- ¿Qué es la cosidad? –dijo la Maga.

- La cosidad es ese desagradable sentimiento de que allí donde termina nuestra presunción empieza nuestro castigo. Lamento usar un lenguaje abstracto y casi alegórico, pero quiero decir que Oliveira es patológicamente sensible a la imposición de lo que lo rodea, del mundo en que se vive, de lo que le ha tocado en suerte, para decirlo amablemente. En una palabra, le revienta la circunstancia. Más brevemente, le duele el mundo.


martes, 28 de febrero de 2012

Días y noches de amor y de guerra



Las cosas me acompañan y se van. Las tengo de noche, las pierdo de día. No estoy preso de las cosas; ellas no deciden nada. [...] Todo eso era de ella, tiempo compartido, tiempo que agradezco; y me lancé al camino, hacia lo no sabido, limpio y sin carga. La memoria guardará lo que valga la pena.

[...]

Cada una de mis mitades no podría existir sin la otra. ¿Se puede amar la intemperie sin odiar la jaula? ¿Vivir sin morir, nacer sin matar? En mi pecho, plaza de toros, pelean la libertad y el miedo.

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Me pasaba la noche sentado en la cama y llenando ceniceros. Silvia, inocente, dormía de un tirón. Yo la odiaba a la hora del amanecer. La despertaba, la sacudía por los hombros, quería decirle: éstas son las preguntas que no me dejan dormir. Quería decirle: me siento solo, yo perseguidor, perro que ladra a la luna, pero no sé qué carajo me salía de la boca en lugar de palabras. Creo que tartamudeaba disparates, como ser: pureza, sagrado, culpa, hambre de magia. Llegué a convencerme de que había nacido equivocado de siglo de planeta. 

[...]

Dos por tres me olvido, y regalo a la tristeza esta vida de yapa. Me dejo expulsar del Paraíso, dos por tres, por ese Dios castigador que no termina de irse de adentro de uno.

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Varios siglos antes de Cristo, los etruscos enterraban a sus muertos entre paredes que cantaban al júbilo de vivir. En el 66, con Graciela, bajamos a las tumbas etruscas y vimos las pinturas. Había amantes disfrutándose en todas las posiciones, gente comiendo y bebiendo, escenas de música y celebración. 

Yo había sido amaestrado católicamente para el dolor y me quedé bizco ante ese cementerio que era un placer.

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Escribir era peligroso, como hacer el amor cuando se lo hace como debe ser.

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Ser joven es un delito. La realidad lo comete todos los días, a la hora del alba; y también la historia, que cada mañana nace de nuevo. Por eso la realidad y la historia están prohibidas. 

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Cuando Emilio me ofreció un mural para mi cuarto en Buenos Aires, yo le pedí que me pintara un puerto de colores vivos. Un puerto montevideano para llegar, no para irse.

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Yo te contaba historias de cuando era chico y vos las veías ocurrir en la ventana. [...] Y atravesabas galopando los prados de mi infancia y de tu sueño, con mi viento en tu cara. 

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Cosa curiosa: no la conozco y sin embargo la extraño. Tengo nostalgia de un país que no existe todavía en el mapa. 

[...]

El torturador es un funcionario. El dictador es un funcionario. Burócratas armados, que pierden su empleo si no cumplen con eficiencia su tarea. Eso, y nada más que eso. No son monstruos extraordinarios. No vamos a regalarles esa grandeza.


[Eduardo Galeano]

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