- ¿Qué es la cosidad? –dijo la Maga.

- La cosidad es ese desagradable sentimiento de que allí donde termina nuestra presunción empieza nuestro castigo. Lamento usar un lenguaje abstracto y casi alegórico, pero quiero decir que Oliveira es patológicamente sensible a la imposición de lo que lo rodea, del mundo en que se vive, de lo que le ha tocado en suerte, para decirlo amablemente. En una palabra, le revienta la circunstancia. Más brevemente, le duele el mundo.


martes, 3 de septiembre de 2013

Si una nit penses en mi (II)






- Un vell paisà nostre - li vaig dir - va viure fora durant vint anys, els tres darrers a Barcelona. En reintegrar-se a Mallorca, em va alliçonar: "Mira, els mallorquins fugim de Mallorca com enrabiats, i aquesta ràbia només té un motiu: no sabem ben cert si trobarem o no una bona raó per tornar, comprens? Perquè, si no la tenim, sabem que se'ns voldrà considerar uns fracassats.


Guillem Frontera

Si una nit penses en mi (I)


- Conviure implica renúncies diàries a la teva llibertat individual, sí, ja sé que sona molt retòric. Totes les parelles fermes que jo conec han aconseguit anul·lar-se mútuament: ni ell és ell, ni ella és ella: els dos són la suma d'allò menys interessant que té cadascú. 

- També podríem dir que ella és ella més una bona part d'ell. I viceversa. Puc ser una mica retòrica, jo també? Doncs mira: l'aparellament ens permet enriquir la personalitat de cada qual. 

- T'acostes a la visió cristiana del sagrat matrimoni.

- No, no parlo d'això. Parlo de la parella.

- Mira, la parella som tu i jo, ara, avui: ens hem trobat, ens hem, diríem, unit, tenim una nit per davant. Això és una parella. Demà no sé què passarà. Tu tal vegada te tornaràs aparellar amb el teu marit, jo ignoro què faré.


Guillem Frontera

lunes, 2 de septiembre de 2013

La tortura, viejo y literario género


Me hablaba del cielo de Esmirna, de las doradas cúpulas que alumbra la tarde veneciana, del aire perfumado y cómplice de ciertas umbrosas callejuelas tunecinas, la belleza inenarrable de Florencia, y – cómo iba a faltar- de ese cafetín donde en Lisboa martirizaba los versos del Poeta…

Hay gente en ocasiones que deseas que fuera un libro, para así poder cerrarla con un sonoro y seco golpe de la mano, sin marcar la página, y devolverla luego para siempre al lugar en que por derecho corresponde:
los mustios anaqueles de una rancia biblioteca.


Roger Wolfe

Ocho poemas en forma de artefacto



 

1. Sofisma
 
Y ahora
que estás
en España
que como
ya sabrás
es un país
en el que impera
el Estado
de Derecho
nunca olvides
que tu libertad
termina
donde empieza
la libertad
de los demás
le dijo
el funcionario
del Ministerio
del Interior
al inmigrante
magrebí.



2. Derecho


Tienes derecho
a expresar
libremente
todo aquello
que te esté permitido decir.



3. Payaso


Al terrorismo
se le llama
convivencia
si lo ejerce
un payaso
uniformado
con apoyo
de la grey.



4. Moscas


Los demócratas
han aprendido
de las moscas:
cuanto mayor
sea el tamaño
de la mierda
tanto más grande
es el consenso.



5. Periodismo


Lanza la mierda
y lávate las manos.



6. El poder de la palabra


Usté no sabe
con quién
se está metiendo
dijo el borracho
en la
comisaría.

Porque soy
poeta
y fui tocado
por los dioses
con el poder
de la palabra.

Y le partieron
la otra ceja
antes de darle
por el culo
con su propia
estilográfica.



7. Racismo


No hay color
que no se doblegue
al del dinero.



8. Compromiso

                 
Hay escritores
que se empeñan
en que los libros
siempre están
en otra parte.

Somalia
Nicaragua
Mongolia
Pernambuco
Sarajevo
qué más da.

Y si te paras
a pensarlo
tiene gracia
porque al final
aciertan
sin saberlo:
cualquier
jodida parte
menos donde ellos
estén.


Roger Wolfe

miércoles, 10 de julio de 2013

Y uno aprende

Después de un tiempo,
uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano
y encadenar un alma.

Y uno aprende
que el amor
no significa recostarse
y una compañía
no significa seguridad.

Y uno empieza a aprende.
que los besos no son contratos
y los regalos no son promesas
y que uno empieza a aceptar sus derrotas
con la cabeza alta y los ojos abiertos.

Y uno aprende a construir
todos sus caminos en el hoy,
porque el terreno del mañana
es demasiado inseguro para planes
y los futuros tienen una forma
de caerse en la mitad.

Y después de un tiempo uno aprende
que si es demasiado,
hasta el calorcito del sol quema.
así que uno planta su propio jardín
y decora su propia alma,
en lugar de esperar
que alguien le traiga flores.

Y uno aprende
que realmente puede aguantar,
que uno realmente es fuerte,
y que con cada adiós uno aprende.



Poema atribuido a J.L.Borges (aunque no constatado)

lunes, 8 de julio de 2013

El rey y la reina (Tagore)




Es el sino de esos pobres... Ya ves, por más que han hecho para acostumbrarse a vivir comiendo a medias, no han conseguido soportar el hambre perfecta.

[...]

Sí; aún podría alcanzarla y traérmela otra vez; ¿pero siempre vamos a estar así, ella evitándome y yo corriendo tras su corazón fugitivo? ¡Vuela, mujer, vuela, día y noche, sin hogar, sin amor, sin tregua, sin descanso!

[...]

MINISTRO: Ya van los caballos detrás de ella, Señor.

REY: Pues que se vuelvan... ¿Quién alcanzará a un sueño que ha abierto las alas?

[...]

El amor y la muerte son poco exigentes al elegir a sus víctimas...

[...]

¡Esta llama viva que tienes dentro, le está quemando el sueño a tus ojos! 

[...]

Los caminos son infinitos, sí, pero les falta luz.


Rabindranath Tagore

Amor a primera vista



Algún día contaré a mis hijos que leí a Wislawa Szymborska en su ciudad. Probablemente les dará igual, pero la magia no me la quita nadie.


Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.

Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?

Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
-quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún "lo siento"
o el sonido de "se ha equivocado" en el teléfono-,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.

Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,

una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,

que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.

Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?

Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.

Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.
Todo principio
no es mas que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.

domingo, 21 de abril de 2013

La playa (Cesare Pavese)




- Es un hombre nacido para otro tipo de vida, un fracasado, una de esas personas que aprenden a ser astutas porque llevan una vida que no les satisface.

- Entonces, todos deberíamos ser astutos.

- En efecto. 


[...]

Si algo sentía, era tan solo que aquel cochino albañil me ganaba ante Doro por intensidad de recuerdos comunes, que evocaban animadamente mientras nos dirigíamos hacia el pueblo. Hablaban a tontas y a locas, y aquel tosco dialecto bastaba para devolver a Doro el sabor auténtico de su vida, del vino, de la carne, de la alegría en que había nacido. Me sentía un intruso, un inepto.


[...]


- ¿Por qué le cuentas estas cosas? - dijo Doro - Para soportar los recuerdos de infancia de otra persona, hay que estar enamorado de ella. 


[...]


Desde el primer día me había mostrado dispuesto, por pura cortesía, a meterme en el agua con ella, pero Clelia se había detenido, mirándome con una sonrisa ambigua. 

- No, no, al agua voy sola. - No hubo forma. Me explicó que ella todo lo hacía en público, pero con el mar prefería estar sola. 

- Pero es extraño. 

- Es extraño, pero es así. - Nadaba bien, y no era pues por timidez. Era una decisión. - La compañía del mar me basta. No quiero a nadie más. En la vida no tengo nada mío. Déjeme por lo menos el mar. 


[...]


Por la noche, cuando volvía a casa, me ponía a fumar en la ventana. Uno cree que de este modo facilita la meditación, pero la verdad es que fumando se disipan los pensamientos como niebla y a lo sumo se fantasea, que es muy distinto que pensar. Los hallazgos, las invenciones, llegan, por el contrario, inesperadamente: en la mesa, nadando en el mar, hablando de cualquier cosa. 


[...]


- Hay mujeres de carne - dijo - y mujeres de aire. Una bocanada después de comer sienta bien. Pero hay que haber comido antes. 





sábado, 23 de marzo de 2013

La espada encendida (Neruda)


Poemas que, a la vez, duelen y curan. Casi siete años ya de aquel verano y no me resigno a crecer.





XIII

La culpa


El sufrimiento fue como una sangre negra
que por las venas subió sin descanso
cuando el goce bajaba del árbol de la vida:
allí estaban los dos hijos terribles del amor desdichado
en una selva
que de pronto se unió, piedra y enredaderas,
para ahogarlos sin ruido de agua entre las hojas,
para darles tormento en cada beso,
para empujarlos hacia la salida glacial.
Comenzaron por huirse y llamarse,
por agredirse en pie y amarse de rodillas,
morder cada rinción de los cuerpos amados,
herirse sin tregua hasta morir cada día
sin comprender, rodeados por los bosques hostiles
que compartieron algo y no sobrevivieron,
algo probaron que les quemó la sangre
y la naturaleza, nieve y noche,
los persiguió de nieve en nieve y de noche en noche,
de volcán en volcán, de río a río,
para darles la vida o aniquilarlos juntos.

El lobo estepario (I)

Pocos son los autores que, a mi parecer, describen tan bien como Hesse las contradicciones de esas no dos, sino infinitas almas que hay viviendo en nuestro pecho. Y es que, para los que somos adictos a la intensidad, no es sencillo (ni deseable) resignarse a esta autosatisfacción, esta salud y comodidad, este cuidado optimismo del burgués, esta bien alimentada y prospera disciplina de todo lo mediocre, normal y corriente. ¿Cómo afrontar nuestra vida cuando el cambio es la única constante que puede movilizarnos y encender el motor de la no renuncia?




Es algo hermoso esto de la autosatisfacción, la falta de preocupaciones, estos días llevaderos, a ras de tierra, en los que no se atreven a gritar ni el dolor ni el placer, donde todo no hace sino susurrar y andar de puntillas. Ahora bien, conmigo se da el caso, por desgracia, de que yo no soporto con facilidad precisamente esta semisatisfacción.

[...]

Cuando he estado una temporada sin placer y sin dolor y he respirado la tibia e insípida soportabilidad de los llamdos días buenos, entonces se llena mi alma infantil de un sentimiento tan doloroso y de miseria que al dormecino dios de la semisatisfacción le tiraría a la cara satisfecha la mohosa lira de la gratitud y más me gusta sentir dentro de mí arder un dolor verdadero y endemoniado que esta conforatble temperatura de estufa.


domingo, 10 de febrero de 2013

Oda de sangre y vino a Pablo Neruda


Para cantar ¡qué rama terminante,
qué espeso aparte de escogida selva,
qué nido de botellas, pez y mimbres,
con qué sensibles ecos, la taberna!

Hay un rumor de fuente vigorosa
que yo me sé, que tú, sin un secreto,
con espumas creadas por los vasos
y el ansia de brotar y prodigarse.

En este aquí más íntimo que un alma,
más cárdeno que un beso de invierno,
con vocación de púrpura y sagrario,
en este aquí te cito y te congrego,
de este aquí deleitoso te rodeo.

De corazón cargado, no de espaldas,
con una comitiva de sonrisas
llegas entre apariencias de océano
que ha perdido sus olas y sus peces
a fuerza de entregarlos a la red y a la playa.

Con la boca cubierta de raíces
que se adhieren al beso como ciempieses fieros,
pasas ante paredes que chorrean
capas de cardenales y arzobispos,
y mieras, arropías, humedades
que solicitan tu asistencia de árbol
para darte el valor de la dulzura.

Yo que he tenido siempre dos orígenes
un antes de la leche en mi cabeza
y un presente de ubres en mis manos;
yo que llevo cubierta de montes la memoria
y de tierra vinícola la cara,
esta cara de surco articulado:
yo que quisiera siempre, siempre, siempre,
habitar donde habitan los collares:
en un fondo de mar o en un cuello de hembra,
oigo tu voz, tu propia caracola,
tu cencerro dispuesto a ser guitarra,
tu trompa de novillo destetado,
tu cuerno de sollozo invariable.

Viene a tu voz el vino episcopal,
alhaja de los besos y los vasos
informado de risas y solsticios,
y malogrando llantos y suicidios,
moviendo un rabo lleno de rubor y relámpagos,
nos relame, buey bueno, nos circunda
de lenguas tintas, de efusivo oriámbar,
barriles, cubas, cántaros, tinajas,
caracolas crecidas de cadera
sensibles a la música y al galope,
y una líquida pólvora nos alumbra y nos mora,
y entonces le decimos al ruiseñor que beba
y su lengua será más fervorosa.

Órganos liquidados, tórtolas y calandrias
exprimidas y labios desjugados;
imperios de granadas informales,
toros, sexos y esquilas derretidos,
desembocan temblando en nuestros dientes
e incorporan sus altos privilegios
con toda propiedad a nuestra sangre.

De nuestra sangre ahora surten crestas,
espolones, cerezas y amarantos;
nuestra sangre de sol sobre la trilla
vibra martillos, alimenta fraguas,
besos inculca, fríos aniquila,
ríos por desbravar, potros esgrime
y espira por los ojos, los dedos y las piernas
toradas desmandadas, chivos locos.

Corros en ascuas de irritadas siestas,
cuando todo tumbado es tregua y horizonte
menos la sangre siempre esbelta y laboriosa,
nos introducen en su atmósfera agrícola:
racimos asaltados por avispas coléricas
y abejorros teñidos; racimos revolcados
en esas delicadas polvaredas
que hacen en su alboroto mariposas y lunas;
culebras que se elevan y silban sometidas
a un régimen de luz dictatorial;
chicharras que conceden por sus élitros
aeroplanos, torrentes, cuchillos afilándose,
chicharras que anticipan la madurez del higo,
libran cohetes, elaboran sueños,
trenzas de esparto, flechas de insistencia
y un diluvio de furia universal.

Yo te veo entre vinos minerales
resucitando condes, desenterrando amadas,
recomendando al sueño pellejos cabeceros,
recomendables ubres múltiples de pezones,
con una sencillez de bueyes que sestean.
Cantas, sangras y cantas; te pones a sangrar
y no son suficientes tus heridas
ni el vientre todo tallo donde tu sangre cuaja.
Cantas, sangras y cantas.
Sangras y te ensimismas
como un cordero cuando pace o sueña.
Y miras más allá de los allases
con las venas cargadas de mujeres y barcos,
mostrando en cada parte de tus miembros
la bipartita huella de una boca,
la más dulce pezuña que ha pisado
mientras estás sangrando al compás de los grifos.

A la vuelta de ti, mientras cantas y estragas
como una catarata que ha pasado
por entrañas de aceros y mercurios,
en tanto que demuestras desangrándote
lo puro que es soltar las riendas a las venas,
y veo entre nosotros coincidencias de barro,
referencias de ríos que dan vértigo y miedo
porque son destructoras, casi rayos,
sus corrientes que todo lo arrebatan;
a la vuelta de ti, a la del vino,
millones de rebeldes al vino y a la sangre
que miran boquiamargos, cejiserios,
se van del sexo al cielo, santos tristes,
negándole a las venas y a las viñas
su desembocadura natural:
la entrepierna, la boca, la canción,
cuando la vida pasa con las tetas al aire.

Alrededor de ti y el vino, Pablo,
todo es chicharra loca de frotarse,
de darse a la canción y a los solsticios
hasta callar de pronto hecha pedazos,
besos de pura cepa, brazos que han comprendido
su destino de anillo, de pulsera: abrazar.

Luego te callas, pesas con tu gesto de hondero
que ha librado la piedra y la ha dejado
cuajada en un lucero persuasivo,
y vendimiando inconsolables lluvias,
procurando alegría y equilibrio,
te encomiendas al alba y las esquinas
donde describes letras y serpientes
con tu palma de orín inacabable,
te arrancas las raíces que te nacen
en todo lo que tocas y contemplas
y sales a una tierra bajo la cual existen
yacimientos de cuernos, toreros y tricornios. 
 
 
Miguel Hernández

Elegía de Neruda a M.Hernández

(A Miguel Hernández, asesinado en los presidios de España)

Llegaste a mí directamente del Levante. Me traías,
pastor de cabras, tu inocencia arrugada,
la escolástica de viejas páginas, un olor
a Fray Luis, a azahares, al estiércol quemado
sobre los montes, y en tu máscara
la aspereza cereal de la avena segada
y una miel que medía la tierra con tus ojos.

También el ruiseñor en tu boca traías.

Un ruiseñor manchado de naranjas, un hilo
de incorruptible canto, de fuerza deshojada.
Ay, muchacho, en la luz sobrevino la pólvora
y tú, con ruiseñor y con fusil, andando
bajo la luna y bajo el sol de la batalla.

Ya sabes, hijo mío, cuánto no pude hacer, ya sabes

que para mí, de toda la poesía, tú eras el fuego
azul.
Hoy sobre la tierra pongo mi rostro y te escucho,
te escucho, sangre, música, panal agonizante.

No he visto deslumbradora raza como la tuya,

ni raíces tan duras, ni manos de soldado,
ni he visto nada vivo como tu corazón
quemándose en la púrpura de mi propia bandera.

Joven eterno, vives, comunero de antaño,

inundado por gérmenes de trigo y primavera,
arrugado y oscuro como el metal innato,
esperando el minuto que eleve tu armadura.

No estoy solo desde que has muerto. Estoy con los que

te buscan.
Estoy con los que un día llegarán a vengarte.
Tú reconocerás mis pasos entre aquellos
que se despeñarán sobre el pecho de España
aplastando a Caín para que nos devuelva
los rostros enterrados.

Que sepan los que te mataron que pagarán con sangre.

Que sepan los que te dieron tormento que me verán
un día.
Que sepan los malditos que hoy incluyen tu nombre
en sus libros, los Dámasos, los Gerardos, los hijos
de perra, silenciosos cómplices del verdugo,
que no será borrado tu martirio, y tu muerte
caerá sobre toda su luna de cobardes.
Y a los que te negaron en su laurel podrido,
en tierra americana, el espacio que cubres
con tu fluvial corona de rayo desangrado,
déjame darles yo el desdeñoso olvido
porque a mí me quisieron mutilar con tu ausencia.

Miguel, lejos de la prisión de Osuna, lejos

de la crueldad, Mao Tse-tung dirige
tu poesía despedazada en el combate
hacia nuestra victoria.
Y Praga rumorosa
construyendo la dulce colmena que cantaste,
Hungría verde limpia sus graneros
y baila junto al río que despertó del sueño.
Y de Varsovia sube la sirena desnuda
que edifica mostrando su cristalina espada.

Y más allá la tierra se agiganta,

la tierra
que visitó tu canto, y el acero
que defendió tu patria están seguros,
acrecentados sobre la firmeza
de Stalin y sus hijos.
Ya se acerca
la luz a tu morada.
Miguel de España, estrella
de tierras arrasadas, no te olvido, hijo mío,
no te olvido, hijo mío!
Pero aprendí la vida
con tu muerte: mis ojos se velaron apenas,
y encontré en mí no el llanto,
sino las armas
inexorables!
Espéralas! Espérame!



Pablo Neruda


jueves, 31 de enero de 2013

Sucesiva

Déjame acariciarte lentamente,
déjame lentamente comprobarte,
ver que eres de verdad, un continuarte
de ti misma a ti misma extensamente.

Onda tras onda irradian de tu frente

y mansamente, apenas sin rozarte,
rompen sus diez espumas al besarte
de tus pies en playa adolescente.

Así te quiero, fluida y sucesiva

manantial tú de ti, agua furtiva,
música para el tacto perezosa.

Así te quiero, en límites pequeños,

aquí y allá, fragmentos, lirio, rosa,
y tu unidad después, luz de mis sueños.



Gerardo Diego

domingo, 27 de enero de 2013

Els amants

                           La carn vol carn, Ausiàs March

No hi havia a València dos amants com nosaltres.
Feroçment ens amàvem des del matí a la nit.
Tot ho recorde mentre vas estenent la roba.
Han passat anys, molts anys, han passat moltes coses.
De sobte encara em pren aquell vent o l’amor
i rodolem per terra entre abraços i besos.
No comprenem l’amor com un costum amable,
com un costum pacífic de compliments i teles
(i que ens perdone el cast senyor López-Picó).
Es desperta, de sobte, com un vell huracà,
i ens tomba en terra els dos, ens ajunta, ens empeny.
Jo desitjava, a voltes, un amor educat
i en marxa el tocadiscos, negligentment besant-te,
ara un muscle i després el peçó d’una orella.
El nostre amor és un amor brusc i salvatge,
i tenim l’enyorança amarga de la terra,
d’anar a rebolcons entre besos i arraps.
Què voleu que hi faça! Elemental,  ja ho sé.
Ignorem el Petrarca i ignorem moltes coses.
Les Estances de Riba i les Rimas de Bécquer.
Després, tombats en terra de qualsevol manera,
comprenem que som bàrbars, i que això no deu ser,
que no estem en l’edat, i tot això i allò.

No hi havia a València dos amants com nosaltres,
car d’amants com nosaltres en són parits ben pocs.


Vicent Andrés Estellés

viernes, 25 de enero de 2013

Prefiero morir vicioso

Prefiero morir vicioso y feliz a vivir limpio y aburrido. Prefiero encontrar una estrella en el fango a cuatro diamantes sobre un cristal. Prefiero que la estrella queme, sea fuego, a un tacto rezumante de frialdad. Prefiero besar el duro suelo veinte veces para llegar una sola vez a lo más alto a escalar poco a poco, sin caer nunca pero sin llegar jamás a la cima. Prefiero que me duela a que me traspase, que me haga daño a que me ignore. Prefiero sentir. Prefiero una noche oscura y bella, sucia y hermosa, a un montón de días claros que no me digan nada. [...] Prefiero el mar a la montaña. La vida es una noche tumbado en la playa, mirando las estrellas sin verlas, soñando despierto, dejando que la arena se cuele entre los dedos de mis pies, embriagado de todo. Y la noche, siempre la noche. Nunca la luz del sol. La noche es mágica. Me hace vivir, no pensar. Me pone en movimiento. Rompe mis esquemas. Prefiero las noches frescas de verano, andar con poca ropa, sentarme en el suelo y meterme algo de vida en el cuerpo. La mañana me sabe a dolor de cabeza. Me da sueño. Me quita las ganas de hablar. Me recuerda que soy mortal. Me recuerda que soy normal. La noche me hace único. Prefiero experimentar las cosas, aunque me hagan mal. Aunque me hiervan la sangre. Prefiero probarlo todo a morirme sin saber lo que me gusta. Y, más que nada, prefiero la vida que dan sus besos de caramelo y la suave caricia de su piel caliente.

Daniel Valdés