- ¿Qué es la cosidad? –dijo la Maga.

- La cosidad es ese desagradable sentimiento de que allí donde termina nuestra presunción empieza nuestro castigo. Lamento usar un lenguaje abstracto y casi alegórico, pero quiero decir que Oliveira es patológicamente sensible a la imposición de lo que lo rodea, del mundo en que se vive, de lo que le ha tocado en suerte, para decirlo amablemente. En una palabra, le revienta la circunstancia. Más brevemente, le duele el mundo.


martes, 24 de agosto de 2010

Quiero ser libre insincero

Quiero ser libre insincero
sin fe ni deber ni paga.
Prisiones, ni de amor quiero.
No me amen, que no me halaga.

Si canto lo que no miento
y lloro lo que pasó,
es que olvidé lo que siento
y creo que no soy yo.

De mí mismo viandante,
en la brisa escucho un trino,
que yo sé que mi alma errante
es un cantar de camino.


[F. Pessoa]

Fuego mutilador

Me prometo a diario descuidarte

pues me corre el pesar por cuenta ajena

tan extensa trinchera abrió esta pena

que muero porque vivo para amarte.

Tu piel es la membrana de una estrella

no te logro alcanzar por más que intento

se multiplica el ansia del momento

y malvendo mi ardor en la querella.

Tan caras tus caricias por goteo

agridulce suplicio de mi antojo

tan lejano tu puerto a mi deseo

tan vuelva usted mañana, trampantojo.

Alíviame esta cruz, mi cirineo

o firma del afán mi desalojo.


[Raquel Lanseros]

Ponte el pudor

Ponte el pudor.
Está allí, debajo del lecho
junto a las ropas caídas.
Dilúyelo sobre tus mejillas
como si fuese un maquillaje.
Alisa tu piel
y ese tablero de ajedrez borracho
de tu falda de cuadros.
Abróchate la blusa
y adopta otra vez
esa actitud ingenua de muchacha formal.
Ordena tus cabellos y tus prejuicios.
Camina con esa dignidad desvencijada
que usas los domingos
para asistir a misa.

Tan pronto atravieses el umbral
serás nuevamente tú
la pequeña burguesa incomprendida
con tus veinte años de lugares comunes
y tu boca repleta de palabras usadas.
Serás la rutinaria.
La formal.
La limitada.

Creerás otra vez en Dios
así como antes creías en tu cuerpo,
y estarás llena de moral
así como antes estabas llena de mí.

Aquí en mi habitación
quedó tu lujuria hipócrita
y tu doble moral.
Mañana volverás
y entonces te diré las palabras de siempre:
"Ponte tu cuerpo
quítate el pudor y las ropas
y ven así, desnuda
a engañarnos pensando
que no hemos empezado a envejecer."



[Miguel Méndez]

Cortázar, sobre sus cronopios

1 de octubre de 1952

Estos cuentecitos de cronopios y de famas han sido mis grandes camaradas de París. Los anoté en la calle, en los cafés, y sólo dos o tres pasan de una carilla. No los considero obra seria, sino un descanso bien merecido después de Keats. Noto que me ha sido dada cierta magia verbal, y los cronopios son la objetivación espontánea de esos juegos de la palabra consigo misma. Pero tú, buen observador, verás que por debajo van aguas más duras e intencionadas. Pienso que en la Argentina un librito así molestaría -como vagamente molestaba Macedonio Fernández, o molesta Ramón-, y que en cambio aquí, después de Plume por ejemplo, o los juegos de Crevel o de Desnos, valdría por lo que vale, es decir se lo aceptaría de lleno y se lo juzgaría con la misma seriedad que a una poesía de intención más alta. Yo te confieso que lo de las intenciones de la poesía me resulta cada día más retórico, y que si bien nunca he sido legítimamente un surrealista (para eso hacen falta otros aires y otros méritos) por lo menos he llegado a no rehusarme el lado liviano y pueril que con toda facilidad me viene a la palabra. Quiero que sepas (pues esto es lo que cuenta) que el escritor de El Examen y el de estas Historias no ha cambiado de onda ni de ars poetica para ir de uno a las otras. Yo creo que en el fondo lo que espero de ti y de los pocos lectores que tendrá el cuadernito, es que se diviertan tiernamente (o que se enternezcan alegremente). Me gusta (lo he descubierto) leer en alta voz estos pequeños cuentos. Suenan muy bien y son materia juglaresca, pícara, prosa de alta voz. Ah, me gustaría leértelos. De veras, es libro de juglar, y no está mal que sea así. No sé lo que voy a hacer ahora. Deseos, deseos... Pero nada ensayístico, eso no. Libertad como nunca, y que la inteligencia se las rebusque para ordenar, para dar coherencia y sentido a todo lo que remue sa symphonie dans les profondeurs [remueve su sinfonía en las profundidades].


[Carta a Eduardo Alberto Jonquières]

Hablen, tienen tres minutos

De vuelta del paseo
donde junté una florecita para tenerte entre mis dedos un momento,
y bebí una botellas de Beaujolais, para bajar al pozo
donde bailaba un oso luna,
en la penumbra dorada de la lámpara cuelgo mi piel
y sé que estaré solo en la ciudad
más poblada del mundo.
Excusarás este balance histérico, entre fuga a la rata y queja de morfina,
teniendo en cuenta que hace frío, llueve sobre mi taza de café,
y en cada medialuna la humedad alisa sus patitas de esponja.
Máxime sabiendo
que pienso en ti obstinadamente, como una ciega máquina,
como la cifra que repite interminablemente el gongo de la fiebre
el loco que cobija su paloma en la mano, acariciándola hora a hora
hasta mezclar los dedos y las plumas en una sola miga de ternura.
Creo que sospecharás esto que ocurre,
como yo te presiento a la distancia en tu ciudad,
volviendo del paseo donde quizá juntases
la misma florecita, un poco por botánica,
un poco porque aquí,
porque es preciso
que no estemos tan solos, que nos demos
un pétalo, aunque sea un pasito, una pelusa.


[J.Cortázar]

Sueño

Parto. Siempre parto. Mi lugar es ninguno. El paisaje cambia. El paisaje, no: tierra vivida. Terreno hollado. Luz de otoño, hojas en el agua de los charcos, brillos, colores [asomobrosa, la carga de la memoria para la visión renovada en lo onírico]. Y luego, la pendiente, pedregosa, larga. Y la duda. Un instante de duda antes de emprender la bajada, a ras de suelo y, sin que el cuerpo deje de deslizarse, esta vez, desprenderme. Levemente. Acompañar entonces al cuerpo como un sombra clara, por encima de él, en la bajada. Hasta el final, o casi, porque hay vuelta. En la vuelta, incorporarme y, como quien se sacude el polvo después de la caída, entrar - ¿volver? - en el mundo de los otros y llorar sin fin, desconsoladamente, mientras alguien me canta mi historia con palabras que no entiendo.


[Chantal Maillard]

Dardaren interpretiazioa

Yo era, lo que se dice, una persona ordinaria.
Una vez, cerca del portal de casa, abrí la palma de mi mano
para comprobar si llovía y una mujer
puso una moneda en mi mano, pensando que mendigaba.
Cambió mi vida, sin saberlo ella.
Desde entonces vivo en la calle.
Los cartones me echarán de menos cuando me vaya.

No podría llevar a hombros la carga de quien envejece
si no hubiese aprendido con los años a interpretar el mundo
en los temblores que me rodean.
Ese trozo de periódico atrapado en la alambrada y que el viento agita.
La forma de gemir de un cuello emocionado.
La premonición del hilo de wolframio a punto de desgarrarse.
Las manos de la muchacha, anudadas con ansia. Sus cejas,
que tiemblan como precedente de un parkinson
improbable, mientras mira
al chico que se sienta en el tren
frente a ella.

Él no habla más que de tonterías, pero la muchacha le quiere.
Finge seguir atenta la conversación.

Los dedos tiemblan sedientos.
La muchacha ha de retener sus manos
para que no huyan al galope
a acariciar las rodillas del chico asustadizo,
a dibujar un estado de sitio irrefutable en sus ojos.

Ya se bajan los adolescentes.
El tren es lo único que tiembla ahora
intentando ocultar su alma de animal dolorido
en cada curva.

Estoy solo en el vagón y no siento gran apego por esta vida.
No me entiendan mal: es algo pasajero, algo que siento hoy
y quizás sienta mañana.
No siento gran apego por esta vida, pero
me enorgullece decirlo:
a este lado del río no hay nadie que me gane
interpretando temblores.

Todavía guardo en el bolsillo aquella moneda
que me cambió la vida.
Y mi muñeca aún tiembla cada vez que la aprieto en mi mano.

Ésta es mi historia. Ésta, y que necesito una moneda,
que les agradecería infinitamente una monedita.

Otra, que no sea ésta que ya tengo
y que me cambió la vida, sin ella saberlo.


[Harkaitz Cano]

Recordatorio

Si alguna vez la vida te maltrata
acuérdate de mi
que no puede cansarse de esperar
aquél que no se cansa de mirarte.



[L.García Montero]

Después de todo

Después de todo -pero después de todo-
sólo se trata de acostarse juntos,
se trata de la carne,
de los cuerpos desnudos,
lámpara de la muerte en el mundo.

Gloria degollada, sobreviviente
del tiempo sordomudo,
mezquina paga de los que mueren juntos.

A la miseria del placer, eternidad,
condenaste la búsqueda, al injusto
fracaso encadenaste sed,
clavaste el corazón a un muro.

Se trata de mi cuerpo al que bendigo,
contra el que lucho,
el que ha de darme todo
en un silencio robusto
y el que se muere y mata a menudo.

Soledad, márcame con tu pie desnudo,
aprieta mi corazón como las uvas
y lléname la boca con su licor maduro.


[Jaime Sabines]

Vuelo

Sólo quien ama vuela. Pero ¿quién ama tanto
que sea como el pájaro más leve y fugitivo?
Hundiendo va este odio reinante todo cuanto
quisiera remontarse directamente vivo.

Amar... Pero ¿quién ama? Volar... Pero ¿quién vuela?
Conquistaré el azul ávido de plumaje,
pero el amor, abajo siempre, se desconsuela
de no encontrar las alas que da cierto coraje.

Un ser ardiente, claro de deseos, alado,
quiso ascender, tener la libertad por nido.
Quiso olvidar que el hombre se aleja encadenado.
Donde faltaban plumas puso valor y olvido.

Iba tan alto a veces, que le resplandecía
sobre la piel el cielo, bajo la piel el ave.
Ser que te confundiste con una alondra un día,
te desplomaste otros como el granizo grave.

Ya sabes que las vidas de los demás son losas
con que tapiarte: cárceles con que tragar la tuya.
Pasa, vida, entre cuerpos, entre rejas hermosas.
A través de las rejas, libre la sangre afluya.

Triste instrumento alegre de vestir: apremiante
tubo de apetecer y respirar el fuego.
Espada devorada por el uso constante.
Cuerpo en cuyo horizonte cerrado me despliego.

No volarás. No puedes volar, cuerpo que vagas
por estas galerías donde el aire es mi nudo.
Por más que te debatas en ascender, naufragas.
No clamarás. El campo sigue desierto y mudo.

Los brazos no aletean. Son acaso una cola
que el corazón quisiera lanzar al firmamento.
La sangre se entristece de batirse sola.
Los ojos vuelven tristes de mal conocimiento.

Cada ciudad, dormida, despierta loca, exhala
un silencio de cárcel, de sueño que arde y llueve
como un élitro ronco de no poder ser ala.
El hombre yace. El cielo se eleva. El aire mueve.


[Miguel Hernández]

Es esto

s esto
la temible muerte.
Ha llegado el final
y no tienes respuesta.
el vaso de cristal,
la flor sobre la mesa,
el dolor de partir
sin que tu corazón conozca
una sola razón
de estas tres cosas
sencillas.


[Andrés Trapiello]

Así que quieres ser escritor, ¿eh?

si no brota de ti a borbotones
a pesar de todo,
ni lo intentes.
a menos que te salga por voluntad propia
del corazón y la mente y la boca
y las entrañas,
ni lo intentes.
si tienes que permanecer horas sentado
mirando la pantalla del ordenador
o encorvado sobre
la máquina de escribir
en busca de las palabras,
ni lo intentes.
si lo haces por el dinero o
la fama,
ni lo intentes.
si lo haces porque
quieres mujeres en la cama,
ni lo intentes.
si tienes que sentarte
y rehacerlo una y otra vez,
ni lo intentes.
si sólo pensar en ello ya te cuesta trabajo,
ni lo intentes.
si quieres escribir como
algún otro,
olvídalo.

si tienes que esperar a que salga de ti
con un rugido,
entonces espera tranquilo.
si no llega a salir de ti con un rugido,
dedícate a otra cosa.
si primero se lo tienes que leer a tu esposa
o a tu novia o tu novio
a tus padres o quienquiera que sea,
no estás preparado.

no seas como tantos otros escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman escritores,
no seas soso, aburrido y
pretencioso, no te dejes consumir por el
narcisismo.
las bibliotecas del mundo
se han dormido de
aburrimiento
con los de tu calaña.
no lo empeores.
ni lo intentes.
a menos que te salga
del alma como un cohete,
a menos que creas que la inactividad
te llevaría a la locura o
al suicidio o al asesinato,
ni lo intentes.
a menos que el sol en tu interior te
abrase las entrañas,
ni lo intentes.

cuando de veras sea la hora,
y si estás entre los escogidos,
cobrará vida por
sí mismo y seguirá cobrándola
hasta que mueras o muera
en ti.

no hay otra manera,

ni la hubo nunca.


[Charles Bukowski]

Arrastras esta hoja con los dientes

Arrastras esta hoja con los dientes mientras cuento
que te has portado mal y tú lo sabes.

No pido que comprendas las materias
de filósofos y genios elocuentes.
No aspiro a que te creas que hay un dios
y comulgues con la fe en la que he crecido.
Quizá nunca distingas los conceptos de izquierda ni derecha,
ni qué es sentir amor.

Me conformo, querido Goya
con que no te mees en el sofá, en las alfombras,
en el suelo de la cocina,
o cualquier lugar que encuentres
menos en los que te hemos asignado.

Tú no lo entiendes.
Tú sólo entenderás por nuestros gritos
que en casa tienes que ir a los periódicos
y que la calle es grande y tienes ancho mundo.

Si yo pudiera, si me dejaran
mear sobre la prensa diaria,
salir a la calle y cagarme en el mundo,
si yo pudiera, querido Goya, sería feliz.

Tú no me entiendes.
No sabes la envidia que te tengo.


[Jorge Barco]

Quimera vencida

Dos que van juntas al cine
y se sientan en la última fila
para besarse acariciarse tocarse

no están viendo sin embargo la misma película

Dos que caminan juntas por la calle
de la mano y con igual paso
mirándose mimándose mesándose

no caminan sin embargo por la misma calle

Dos que duermen juntas en la cama
seno en pos de seno boca con boca mano con mano
respirándose anhelándose sorbiéndose

no sueñan sin embargo el mismo sueño

Dos que hacen el amor apasionadamente
a un lado y a otro de la cama
-duplicadas en el espejo oval-

no se aman sin embargo de la misma manera
quizás de ninguna


ecuación imposible
soledad intransferible
que sólo la quimera
puede sostener


y la quimera
yace
debajo de la cama
sin aliento
vencida por la realidad.


[Cristina Peri Rossi]

Papeles inesperados

Lo que me gusta de tu cuerpo es el sexo.
Lo que me gusta de tu sexo es la boca.
Lo que me gusta de tu boca es la lengua.
Lo que me gusta de tu lengua es la palabra.


[Julio Cortázar]

Cansancio

Cansado
¡Síi!
Cansado
de usar un solo brazo,
dos labios,
veinte dedos,
no sé cuántas palabras,
no sé cuántos recuerdos,
grisáceos,
fragmentarios.

Cansado,
muy cansado
de este frío esqueleto,
tan púdico,
tan casto,
que cuando se desnude
no sabré si es el mismo
que usé mientras vivía.


Cansado.
¡Sí!
Cansado
por carecer de antenas,
de un ojo en cada omóplato
y de una cola auténtica,
alegre,
desatada,
y no este rabo hipócrita,
degenerado,
enano.


Cansado,
sobre todo,
de estar siempre conmigo,
de hallarme cada día,
cuando termina el sueño,
allí, donde me encuentre,
con las mismas narices
y con las mismas piernas;
como si no deseara
esperar la rompiente con un cutis de playa,
ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia,
acariciar la tierra con un vientre de oruga,
y vivir, unos meses, adentro de una piedra.


[Oliverio Girondo]

Sefiní

Basta por esta noche
cierro la puerta
me pongo el saco
guardo los papelitos donde
no hago sino hablar de ti
mentir sobre tu paradero
cuerpo que me has de temblar.


[Juan Gelmán]

Ser feliz perjudica seriamente la salud

Llegué a creer que la felicidad
no es un asunto de los seres humanos
(Félix Grande)



Hay algunos –por increíble que parezca a estas alturas-
que todavía se convierten en borrachos
por influencia de los poetas simbolistas.
Otros –de manera igualmente increíble-
acaban chutándose heroína
porque momias como William Burroughs
contaban con pelos y señales que lo hacían.
Por motivos parecidos
tú negaste siempre la felicidad,
que como ya se sabe
es un asunto muy mal visto
entre las mentes pensantes de todo este tinglado.
Hasta que la felicidad te cayó encima
como un plato de sopa
que alguien te hubiera volcado en el regazo.
¿Qué demonios era esto?
No estaba programado.
Era un contratiempo nuevo;
era de auténtica vergüenza.
Como, de niños, mojar la cama
o hacérselo en los calzoncillos.
Menudo bochorno.
¿Quién te iba a sacar de ésta?
Pero la felicidad insistió en agitarse dentro de ti;
te recorría de arriba abajo
como un flujo de savia electrizada.
Y se te ocurrieron ideas muy extrañas:
abandonarlo todo,
salir corriendo dando gritos de alegría,
tirar la casa por la ventana
y lanzarte en plancha a la vida.

La hostia fue de órdago.

Los hijoputas habían vaciado la piscina.


[Roger Wolfe]

Odio

Me faltan algunos odios todavía.
Estoy seguro de que existen.

(Céline)



El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el locutor deportivo
de la radio del vecino
esos domingos por la tarde.


El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el macaco de uniforme
que sentencia -arma
al cinto- que el semáforo
no estaba en ámbar, sino en rojo.


El odio son las cosas
que te gustaría hacer

con el cívico paleto
vestido de payasoque te dice
que no se permiten perros
en el parque.


El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con la gente que choca contigo
por la calle
cuando vas cargado
con las bolsas de la compra
o un bidón de queroseno
para una estufa
que en cualquier caso
no funciona.


El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con los automovilistas
cuando pisas un paso de peatones
y aceleran.


El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el neandertal en cuyas manos
alguien ha puesto
ese taladro de percusión.


El odio son las cosas
que te gustaría hacer
cuando le dejas un libro a alguien
y te lo devuelve en edición fascicular.


El odio es una edición crítica
de Góngora.


El odio son las campanas
de la iglesia
en mañanas de resaca.


El odio es la familia. El odio es un cajero
que se niega a darte más billetes
por imposibilidad transitoria
de comunicación con la central.


El odio es una abogada
de oficio
aliándose con el representante
de la ley

a las ocho de la mañana
en una comisaría
mientras sufres un ataque
de hipotermia.


El odio es una úlcera
en un atasco.


El odio son las palomitas
en el cine.


El odio es un cenicero
atestado de cáscaras de pipa.


El odio es un teléfono.


El odio es preguntar por un teléfono
y que te digan que no hay.


El odio es una visita
no solicitada.


El odio es un flautista
aficionado.


El odio
en estado puro
es retroactivo

personal
e intransferible.


El odio es que un estúpido
no entienda
tu incomprensión,
tu estupidez.


El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con este poema
si tu pluma
valiera
su pistola.



[Roger Wolfe]

Llorar a lágrima viva

Llorar a lágrima viva
Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma,
la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología,
llorando.
Festejar los cumpleaños familiares,
llorando.
Atravesar el África,
llorando.
Llorar como un cacuy,
como un cocodrilo...
si es verdad
que los cacuyes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.

Llorarlo todo,
pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz,
con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo,
por la boca.
Llorar de amor,
de hastío,
de alegría.
Llorar de frac,
de flato, de flacura.
Llorar improvisando,
de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!


[Oliverio Girondo]