- ¿Qué es la cosidad? –dijo la Maga.

- La cosidad es ese desagradable sentimiento de que allí donde termina nuestra presunción empieza nuestro castigo. Lamento usar un lenguaje abstracto y casi alegórico, pero quiero decir que Oliveira es patológicamente sensible a la imposición de lo que lo rodea, del mundo en que se vive, de lo que le ha tocado en suerte, para decirlo amablemente. En una palabra, le revienta la circunstancia. Más brevemente, le duele el mundo.


martes, 24 de agosto de 2010

Dardaren interpretiazioa

Yo era, lo que se dice, una persona ordinaria.
Una vez, cerca del portal de casa, abrí la palma de mi mano
para comprobar si llovía y una mujer
puso una moneda en mi mano, pensando que mendigaba.
Cambió mi vida, sin saberlo ella.
Desde entonces vivo en la calle.
Los cartones me echarán de menos cuando me vaya.

No podría llevar a hombros la carga de quien envejece
si no hubiese aprendido con los años a interpretar el mundo
en los temblores que me rodean.
Ese trozo de periódico atrapado en la alambrada y que el viento agita.
La forma de gemir de un cuello emocionado.
La premonición del hilo de wolframio a punto de desgarrarse.
Las manos de la muchacha, anudadas con ansia. Sus cejas,
que tiemblan como precedente de un parkinson
improbable, mientras mira
al chico que se sienta en el tren
frente a ella.

Él no habla más que de tonterías, pero la muchacha le quiere.
Finge seguir atenta la conversación.

Los dedos tiemblan sedientos.
La muchacha ha de retener sus manos
para que no huyan al galope
a acariciar las rodillas del chico asustadizo,
a dibujar un estado de sitio irrefutable en sus ojos.

Ya se bajan los adolescentes.
El tren es lo único que tiembla ahora
intentando ocultar su alma de animal dolorido
en cada curva.

Estoy solo en el vagón y no siento gran apego por esta vida.
No me entiendan mal: es algo pasajero, algo que siento hoy
y quizás sienta mañana.
No siento gran apego por esta vida, pero
me enorgullece decirlo:
a este lado del río no hay nadie que me gane
interpretando temblores.

Todavía guardo en el bolsillo aquella moneda
que me cambió la vida.
Y mi muñeca aún tiembla cada vez que la aprieto en mi mano.

Ésta es mi historia. Ésta, y que necesito una moneda,
que les agradecería infinitamente una monedita.

Otra, que no sea ésta que ya tengo
y que me cambió la vida, sin ella saberlo.


[Harkaitz Cano]

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