- ¿Qué es la cosidad? –dijo la Maga.

- La cosidad es ese desagradable sentimiento de que allí donde termina nuestra presunción empieza nuestro castigo. Lamento usar un lenguaje abstracto y casi alegórico, pero quiero decir que Oliveira es patológicamente sensible a la imposición de lo que lo rodea, del mundo en que se vive, de lo que le ha tocado en suerte, para decirlo amablemente. En una palabra, le revienta la circunstancia. Más brevemente, le duele el mundo.


domingo, 1 de enero de 2012

Decir Adiós

Decir adiós no es fácil
aunque tengas palabras
y razones:
son dos sílabas.

Decir adiós no es fácil aunque pongas
las letras en el orden necesario:

Algún tiempo nos duran
distintos rituales, poca cosa,
instintos quizás que nos aprende
o enseña el cuerpo en esos días
solubles en la taza de que bebes:

guardarme en la bolsa por la tarde
esas chocolatinas que te gustan
y ponen siempre en el café;
reírnos de la vida y acabar
en bares con nombre de frontera;
o vivir
sin el despertador porque a las tantas
(o de buena mañana)
me llamas y me dices
que el mundo no te ama y que te mueres
y estás sola.

Decir adiós siempre parece
traición o cobardía y no importa
que sea del revés

(osar lo que nos hace
distintos por mucho que busquemos
andar entre lo que soñamos por el día).

En un escaparate
los calcetines de felpa e imposibles
que llevabas;
y verte tiritando el mes de enero;
contra natura
comprar rubio porque sé
que acabarás pidiendo fumar juntos;
pasar dulces veladas en Urgencias;
o meterme en la carne
tu dieta peculiar
(ternera y queso)
antes de la poesía.

Son las cosas
que no escriben la historia
las más lentas en irse;
se borra la pasión,
se borran en diez lenguas
(y varios alfabetos)
todos esos te quieros con la tinta
y el dedo que tal vez nos dibujaran
de veras o de espejo.

Adiós es una frase
con un nombre común
(o propio en que no creo)
y no resultará más fácil porque sea
mentira como tú,
como tus mitos.

Decirte adiós, pues, no sería,
verdad, así que ahora
te digo que no voy a decirte
adiós, me iré sin firma y cuando
los ritos más pequeños,
esos que eran
verdad tengan a bien morirse,
mi adiós ya habrás oído sin palabra.


[Andrés Piquer]