- ¿Qué es la cosidad? –dijo la Maga.

- La cosidad es ese desagradable sentimiento de que allí donde termina nuestra presunción empieza nuestro castigo. Lamento usar un lenguaje abstracto y casi alegórico, pero quiero decir que Oliveira es patológicamente sensible a la imposición de lo que lo rodea, del mundo en que se vive, de lo que le ha tocado en suerte, para decirlo amablemente. En una palabra, le revienta la circunstancia. Más brevemente, le duele el mundo.


martes, 5 de junio de 2012

Barnanit V

El camarero del bar donde amo, 
escribo, sueño, pienso, me aburro, te espero;
mi segunda residencia si fuera una escritora de moda, 
una burguesita de moda,
una tensita o una presentadora de televisión.
El camarero del bar me sonríe 
a pesar del calor del verano.
Trabaja demasiado.
Catorce horas de una mesa a otra, 
y el pedido lo más rápido posible.
 
Cualquier día se va a deshidratar.
Y los médicos le darán pastillas de potasio, 
no un salario mejor ni menos horas de trabajo.
El camarero tiene camisa blanca y un pantalón negro, 
los cabellos cortos, 
veinticinco años.
Le gustaría irse a dormir 
pero los parroquianos de estío en la ciudad somos pobres, 
insomnes y muy pesados; 
comemos, bebemos, charlamos.
Está deseando irse.
¿Para esto se hizo la revolución bolchevique?, 
¿para esto triunfó el capitalismo?
Catorce horas salvajes, 
catorce horas sumisas.
‘Después me toca ir a limpiar’, 
 me dice con resignación.

No leyó El Capital, 
no sabe posiblemente en qué consiste la plusvalía, 
pero la genera.
Las mesas están sucias, 
los residuos del comer, del beber, 
los servicios también están sucios.
Cuando se cumplan las catorce horas se irá, 
mal pagado, mal dormido, 
convencido de que éste es el único sistema posible.
Es verdad, 
yo tampoco puedo pagarle con poemas, 
yo también estoy mal pagada.
Le deseo las buenas noches.
Me voy a dormir.
Nuestra jornada de bar ha sido larga, 
a pesar de que yo sí leí El Capital.
 
 
Cristina Peri Rossi

Barnanit


Creo que por amarte
voy a amar tu geografía
-“una fea ciudad fabril””
la llamó su poeta, Joan Maragall-
la avenida que la atraviesa diagonalmente
como un río inacabable
las fachadas de los edificios llenos de humo
bajo los cuales
-palimpsestos-
se descubren dibujos antiguos
inscripciones romanas.

Creo que por amarte
voy a aprender la lengua nueva
esta lengua arcaica
donde otoño es femenino
-la tardor-
y el viento helado
tramonta la montaña.

Creo que por amarte
voy a balbucear los nombres
de tus antepasados
y cambiar un océano nervioso
y agitado –el Atlántico-
por un mar tan sereno
que parece muerto.

Creo que por amarte
intercambiaremos sílabas y palabras
como los fetiches de una religión
como las claves de un código secreto
y, feliz, por primera vez en la ciudad extraña
me dejaré guiar por sus pasajes
por sus arcos y volutas
como la viajera por la selva
en el medio del camino de nuestra vida.
Las ciudades sólo se conocen por amor
y las lenguas son todas amadas.


Cristina Peri Rossi