Quiero ser libre insincero
sin fe ni deber ni paga.
Prisiones, ni de amor quiero.
No me amen, que no me halaga.
Si canto lo que no miento
y lloro lo que pasó,
es que olvidé lo que siento
y creo que no soy yo.
De mí mismo viandante,
en la brisa escucho un trino,
que yo sé que mi alma errante
es un cantar de camino.
[F. Pessoa]
- ¿Qué es la cosidad? –dijo la Maga.
- La cosidad es ese desagradable sentimiento de que allí donde termina nuestra presunción empieza nuestro castigo. Lamento usar un lenguaje abstracto y casi alegórico, pero quiero decir que Oliveira es patológicamente sensible a la imposición de lo que lo rodea, del mundo en que se vive, de lo que le ha tocado en suerte, para decirlo amablemente. En una palabra, le revienta la circunstancia. Más brevemente, le duele el mundo.
martes, 24 de agosto de 2010
Fuego mutilador
Me prometo a diario descuidarte
pues me corre el pesar por cuenta ajena
tan extensa trinchera abrió esta pena
que muero porque vivo para amarte.
Tu piel es la membrana de una estrella
no te logro alcanzar por más que intento
se multiplica el ansia del momento
y malvendo mi ardor en la querella.
Tan caras tus caricias por goteo
agridulce suplicio de mi antojo
tan lejano tu puerto a mi deseo
tan vuelva usted mañana, trampantojo.
Alíviame esta cruz, mi cirineo
o firma del afán mi desalojo.
[Raquel Lanseros]
pues me corre el pesar por cuenta ajena
tan extensa trinchera abrió esta pena
que muero porque vivo para amarte.
Tu piel es la membrana de una estrella
no te logro alcanzar por más que intento
se multiplica el ansia del momento
y malvendo mi ardor en la querella.
Tan caras tus caricias por goteo
agridulce suplicio de mi antojo
tan lejano tu puerto a mi deseo
tan vuelva usted mañana, trampantojo.
Alíviame esta cruz, mi cirineo
o firma del afán mi desalojo.
[Raquel Lanseros]
Ponte el pudor
Ponte el pudor.
Está allí, debajo del lecho
junto a las ropas caídas.
Dilúyelo sobre tus mejillas
como si fuese un maquillaje.
Alisa tu piel
y ese tablero de ajedrez borracho
de tu falda de cuadros.
Abróchate la blusa
y adopta otra vez
esa actitud ingenua de muchacha formal.
Ordena tus cabellos y tus prejuicios.
Camina con esa dignidad desvencijada
que usas los domingos
para asistir a misa.
Tan pronto atravieses el umbral
serás nuevamente tú
la pequeña burguesa incomprendida
con tus veinte años de lugares comunes
y tu boca repleta de palabras usadas.
Serás la rutinaria.
La formal.
La limitada.
Creerás otra vez en Dios
así como antes creías en tu cuerpo,
y estarás llena de moral
así como antes estabas llena de mí.
Aquí en mi habitación
quedó tu lujuria hipócrita
y tu doble moral.
Mañana volverás
y entonces te diré las palabras de siempre:
"Ponte tu cuerpo
quítate el pudor y las ropas
y ven así, desnuda
a engañarnos pensando
que no hemos empezado a envejecer."
[Miguel Méndez]
Está allí, debajo del lecho
junto a las ropas caídas.
Dilúyelo sobre tus mejillas
como si fuese un maquillaje.
Alisa tu piel
y ese tablero de ajedrez borracho
de tu falda de cuadros.
Abróchate la blusa
y adopta otra vez
esa actitud ingenua de muchacha formal.
Ordena tus cabellos y tus prejuicios.
Camina con esa dignidad desvencijada
que usas los domingos
para asistir a misa.
Tan pronto atravieses el umbral
serás nuevamente tú
la pequeña burguesa incomprendida
con tus veinte años de lugares comunes
y tu boca repleta de palabras usadas.
Serás la rutinaria.
La formal.
La limitada.
Creerás otra vez en Dios
así como antes creías en tu cuerpo,
y estarás llena de moral
así como antes estabas llena de mí.
Aquí en mi habitación
quedó tu lujuria hipócrita
y tu doble moral.
Mañana volverás
y entonces te diré las palabras de siempre:
"Ponte tu cuerpo
quítate el pudor y las ropas
y ven así, desnuda
a engañarnos pensando
que no hemos empezado a envejecer."
[Miguel Méndez]
Cortázar, sobre sus cronopios
1 de octubre de 1952
Estos cuentecitos de cronopios y de famas han sido mis grandes camaradas de París. Los anoté en la calle, en los cafés, y sólo dos o tres pasan de una carilla. No los considero obra seria, sino un descanso bien merecido después de Keats. Noto que me ha sido dada cierta magia verbal, y los cronopios son la objetivación espontánea de esos juegos de la palabra consigo misma. Pero tú, buen observador, verás que por debajo van aguas más duras e intencionadas. Pienso que en la Argentina un librito así molestaría -como vagamente molestaba Macedonio Fernández, o molesta Ramón-, y que en cambio aquí, después de Plume por ejemplo, o los juegos de Crevel o de Desnos, valdría por lo que vale, es decir se lo aceptaría de lleno y se lo juzgaría con la misma seriedad que a una poesía de intención más alta. Yo te confieso que lo de las intenciones de la poesía me resulta cada día más retórico, y que si bien nunca he sido legítimamente un surrealista (para eso hacen falta otros aires y otros méritos) por lo menos he llegado a no rehusarme el lado liviano y pueril que con toda facilidad me viene a la palabra. Quiero que sepas (pues esto es lo que cuenta) que el escritor de El Examen y el de estas Historias no ha cambiado de onda ni de ars poetica para ir de uno a las otras. Yo creo que en el fondo lo que espero de ti y de los pocos lectores que tendrá el cuadernito, es que se diviertan tiernamente (o que se enternezcan alegremente). Me gusta (lo he descubierto) leer en alta voz estos pequeños cuentos. Suenan muy bien y son materia juglaresca, pícara, prosa de alta voz. Ah, me gustaría leértelos. De veras, es libro de juglar, y no está mal que sea así. No sé lo que voy a hacer ahora. Deseos, deseos... Pero nada ensayístico, eso no. Libertad como nunca, y que la inteligencia se las rebusque para ordenar, para dar coherencia y sentido a todo lo que remue sa symphonie dans les profondeurs [remueve su sinfonía en las profundidades].
[Carta a Eduardo Alberto Jonquières]
Estos cuentecitos de cronopios y de famas han sido mis grandes camaradas de París. Los anoté en la calle, en los cafés, y sólo dos o tres pasan de una carilla. No los considero obra seria, sino un descanso bien merecido después de Keats. Noto que me ha sido dada cierta magia verbal, y los cronopios son la objetivación espontánea de esos juegos de la palabra consigo misma. Pero tú, buen observador, verás que por debajo van aguas más duras e intencionadas. Pienso que en la Argentina un librito así molestaría -como vagamente molestaba Macedonio Fernández, o molesta Ramón-, y que en cambio aquí, después de Plume por ejemplo, o los juegos de Crevel o de Desnos, valdría por lo que vale, es decir se lo aceptaría de lleno y se lo juzgaría con la misma seriedad que a una poesía de intención más alta. Yo te confieso que lo de las intenciones de la poesía me resulta cada día más retórico, y que si bien nunca he sido legítimamente un surrealista (para eso hacen falta otros aires y otros méritos) por lo menos he llegado a no rehusarme el lado liviano y pueril que con toda facilidad me viene a la palabra. Quiero que sepas (pues esto es lo que cuenta) que el escritor de El Examen y el de estas Historias no ha cambiado de onda ni de ars poetica para ir de uno a las otras. Yo creo que en el fondo lo que espero de ti y de los pocos lectores que tendrá el cuadernito, es que se diviertan tiernamente (o que se enternezcan alegremente). Me gusta (lo he descubierto) leer en alta voz estos pequeños cuentos. Suenan muy bien y son materia juglaresca, pícara, prosa de alta voz. Ah, me gustaría leértelos. De veras, es libro de juglar, y no está mal que sea así. No sé lo que voy a hacer ahora. Deseos, deseos... Pero nada ensayístico, eso no. Libertad como nunca, y que la inteligencia se las rebusque para ordenar, para dar coherencia y sentido a todo lo que remue sa symphonie dans les profondeurs [remueve su sinfonía en las profundidades].
[Carta a Eduardo Alberto Jonquières]
Hablen, tienen tres minutos
De vuelta del paseo
donde junté una florecita para tenerte entre mis dedos un momento,
y bebí una botellas de Beaujolais, para bajar al pozo
donde bailaba un oso luna,
en la penumbra dorada de la lámpara cuelgo mi piel
y sé que estaré solo en la ciudad
más poblada del mundo.
Excusarás este balance histérico, entre fuga a la rata y queja de morfina,
teniendo en cuenta que hace frío, llueve sobre mi taza de café,
y en cada medialuna la humedad alisa sus patitas de esponja.
Máxime sabiendo
que pienso en ti obstinadamente, como una ciega máquina,
como la cifra que repite interminablemente el gongo de la fiebre
el loco que cobija su paloma en la mano, acariciándola hora a hora
hasta mezclar los dedos y las plumas en una sola miga de ternura.
Creo que sospecharás esto que ocurre,
como yo te presiento a la distancia en tu ciudad,
volviendo del paseo donde quizá juntases
la misma florecita, un poco por botánica,
un poco porque aquí,
porque es preciso
que no estemos tan solos, que nos demos
un pétalo, aunque sea un pasito, una pelusa.
[J.Cortázar]
donde junté una florecita para tenerte entre mis dedos un momento,
y bebí una botellas de Beaujolais, para bajar al pozo
donde bailaba un oso luna,
en la penumbra dorada de la lámpara cuelgo mi piel
y sé que estaré solo en la ciudad
más poblada del mundo.
Excusarás este balance histérico, entre fuga a la rata y queja de morfina,
teniendo en cuenta que hace frío, llueve sobre mi taza de café,
y en cada medialuna la humedad alisa sus patitas de esponja.
Máxime sabiendo
que pienso en ti obstinadamente, como una ciega máquina,
como la cifra que repite interminablemente el gongo de la fiebre
el loco que cobija su paloma en la mano, acariciándola hora a hora
hasta mezclar los dedos y las plumas en una sola miga de ternura.
Creo que sospecharás esto que ocurre,
como yo te presiento a la distancia en tu ciudad,
volviendo del paseo donde quizá juntases
la misma florecita, un poco por botánica,
un poco porque aquí,
porque es preciso
que no estemos tan solos, que nos demos
un pétalo, aunque sea un pasito, una pelusa.
[J.Cortázar]
Sueño
Parto. Siempre parto. Mi lugar es ninguno. El paisaje cambia. El paisaje, no: tierra vivida. Terreno hollado. Luz de otoño, hojas en el agua de los charcos, brillos, colores [asomobrosa, la carga de la memoria para la visión renovada en lo onírico]. Y luego, la pendiente, pedregosa, larga. Y la duda. Un instante de duda antes de emprender la bajada, a ras de suelo y, sin que el cuerpo deje de deslizarse, esta vez, desprenderme. Levemente. Acompañar entonces al cuerpo como un sombra clara, por encima de él, en la bajada. Hasta el final, o casi, porque hay vuelta. En la vuelta, incorporarme y, como quien se sacude el polvo después de la caída, entrar - ¿volver? - en el mundo de los otros y llorar sin fin, desconsoladamente, mientras alguien me canta mi historia con palabras que no entiendo.
[Chantal Maillard]
[Chantal Maillard]
Dardaren interpretiazioa
Yo era, lo que se dice, una persona ordinaria.
Una vez, cerca del portal de casa, abrí la palma de mi mano
para comprobar si llovía y una mujer
puso una moneda en mi mano, pensando que mendigaba.
Cambió mi vida, sin saberlo ella.
Desde entonces vivo en la calle.
Los cartones me echarán de menos cuando me vaya.
No podría llevar a hombros la carga de quien envejece
si no hubiese aprendido con los años a interpretar el mundo
en los temblores que me rodean.
Ese trozo de periódico atrapado en la alambrada y que el viento agita.
La forma de gemir de un cuello emocionado.
La premonición del hilo de wolframio a punto de desgarrarse.
Las manos de la muchacha, anudadas con ansia. Sus cejas,
que tiemblan como precedente de un parkinson
improbable, mientras mira
al chico que se sienta en el tren
frente a ella.
Él no habla más que de tonterías, pero la muchacha le quiere.
Finge seguir atenta la conversación.
Los dedos tiemblan sedientos.
La muchacha ha de retener sus manos
para que no huyan al galope
a acariciar las rodillas del chico asustadizo,
a dibujar un estado de sitio irrefutable en sus ojos.
Ya se bajan los adolescentes.
El tren es lo único que tiembla ahora
intentando ocultar su alma de animal dolorido
en cada curva.
Estoy solo en el vagón y no siento gran apego por esta vida.
No me entiendan mal: es algo pasajero, algo que siento hoy
y quizás sienta mañana.
No siento gran apego por esta vida, pero
me enorgullece decirlo:
a este lado del río no hay nadie que me gane
interpretando temblores.
Todavía guardo en el bolsillo aquella moneda
que me cambió la vida.
Y mi muñeca aún tiembla cada vez que la aprieto en mi mano.
Ésta es mi historia. Ésta, y que necesito una moneda,
que les agradecería infinitamente una monedita.
Otra, que no sea ésta que ya tengo
y que me cambió la vida, sin ella saberlo.
[Harkaitz Cano]
Una vez, cerca del portal de casa, abrí la palma de mi mano
para comprobar si llovía y una mujer
puso una moneda en mi mano, pensando que mendigaba.
Cambió mi vida, sin saberlo ella.
Desde entonces vivo en la calle.
Los cartones me echarán de menos cuando me vaya.
No podría llevar a hombros la carga de quien envejece
si no hubiese aprendido con los años a interpretar el mundo
en los temblores que me rodean.
Ese trozo de periódico atrapado en la alambrada y que el viento agita.
La forma de gemir de un cuello emocionado.
La premonición del hilo de wolframio a punto de desgarrarse.
Las manos de la muchacha, anudadas con ansia. Sus cejas,
que tiemblan como precedente de un parkinson
improbable, mientras mira
al chico que se sienta en el tren
frente a ella.
Él no habla más que de tonterías, pero la muchacha le quiere.
Finge seguir atenta la conversación.
Los dedos tiemblan sedientos.
La muchacha ha de retener sus manos
para que no huyan al galope
a acariciar las rodillas del chico asustadizo,
a dibujar un estado de sitio irrefutable en sus ojos.
Ya se bajan los adolescentes.
El tren es lo único que tiembla ahora
intentando ocultar su alma de animal dolorido
en cada curva.
Estoy solo en el vagón y no siento gran apego por esta vida.
No me entiendan mal: es algo pasajero, algo que siento hoy
y quizás sienta mañana.
No siento gran apego por esta vida, pero
me enorgullece decirlo:
a este lado del río no hay nadie que me gane
interpretando temblores.
Todavía guardo en el bolsillo aquella moneda
que me cambió la vida.
Y mi muñeca aún tiembla cada vez que la aprieto en mi mano.
Ésta es mi historia. Ésta, y que necesito una moneda,
que les agradecería infinitamente una monedita.
Otra, que no sea ésta que ya tengo
y que me cambió la vida, sin ella saberlo.
[Harkaitz Cano]
Recordatorio
Si alguna vez la vida te maltrata
acuérdate de mi
que no puede cansarse de esperar
aquél que no se cansa de mirarte.
[L.García Montero]
acuérdate de mi
que no puede cansarse de esperar
aquél que no se cansa de mirarte.
[L.García Montero]
Después de todo
Después de todo -pero después de todo-
sólo se trata de acostarse juntos,
se trata de la carne,
de los cuerpos desnudos,
lámpara de la muerte en el mundo.
Gloria degollada, sobreviviente
del tiempo sordomudo,
mezquina paga de los que mueren juntos.
A la miseria del placer, eternidad,
condenaste la búsqueda, al injusto
fracaso encadenaste sed,
clavaste el corazón a un muro.
Se trata de mi cuerpo al que bendigo,
contra el que lucho,
el que ha de darme todo
en un silencio robusto
y el que se muere y mata a menudo.
Soledad, márcame con tu pie desnudo,
aprieta mi corazón como las uvas
y lléname la boca con su licor maduro.
[Jaime Sabines]
sólo se trata de acostarse juntos,
se trata de la carne,
de los cuerpos desnudos,
lámpara de la muerte en el mundo.
Gloria degollada, sobreviviente
del tiempo sordomudo,
mezquina paga de los que mueren juntos.
A la miseria del placer, eternidad,
condenaste la búsqueda, al injusto
fracaso encadenaste sed,
clavaste el corazón a un muro.
Se trata de mi cuerpo al que bendigo,
contra el que lucho,
el que ha de darme todo
en un silencio robusto
y el que se muere y mata a menudo.
Soledad, márcame con tu pie desnudo,
aprieta mi corazón como las uvas
y lléname la boca con su licor maduro.
[Jaime Sabines]
Vuelo
Sólo quien ama vuela. Pero ¿quién ama tanto
que sea como el pájaro más leve y fugitivo?
Hundiendo va este odio reinante todo cuanto
quisiera remontarse directamente vivo.
Amar... Pero ¿quién ama? Volar... Pero ¿quién vuela?
Conquistaré el azul ávido de plumaje,
pero el amor, abajo siempre, se desconsuela
de no encontrar las alas que da cierto coraje.
Un ser ardiente, claro de deseos, alado,
quiso ascender, tener la libertad por nido.
Quiso olvidar que el hombre se aleja encadenado.
Donde faltaban plumas puso valor y olvido.
Iba tan alto a veces, que le resplandecía
sobre la piel el cielo, bajo la piel el ave.
Ser que te confundiste con una alondra un día,
te desplomaste otros como el granizo grave.
Ya sabes que las vidas de los demás son losas
con que tapiarte: cárceles con que tragar la tuya.
Pasa, vida, entre cuerpos, entre rejas hermosas.
A través de las rejas, libre la sangre afluya.
Triste instrumento alegre de vestir: apremiante
tubo de apetecer y respirar el fuego.
Espada devorada por el uso constante.
Cuerpo en cuyo horizonte cerrado me despliego.
No volarás. No puedes volar, cuerpo que vagas
por estas galerías donde el aire es mi nudo.
Por más que te debatas en ascender, naufragas.
No clamarás. El campo sigue desierto y mudo.
Los brazos no aletean. Son acaso una cola
que el corazón quisiera lanzar al firmamento.
La sangre se entristece de batirse sola.
Los ojos vuelven tristes de mal conocimiento.
Cada ciudad, dormida, despierta loca, exhala
un silencio de cárcel, de sueño que arde y llueve
como un élitro ronco de no poder ser ala.
El hombre yace. El cielo se eleva. El aire mueve.
[Miguel Hernández]
que sea como el pájaro más leve y fugitivo?
Hundiendo va este odio reinante todo cuanto
quisiera remontarse directamente vivo.
Amar... Pero ¿quién ama? Volar... Pero ¿quién vuela?
Conquistaré el azul ávido de plumaje,
pero el amor, abajo siempre, se desconsuela
de no encontrar las alas que da cierto coraje.
Un ser ardiente, claro de deseos, alado,
quiso ascender, tener la libertad por nido.
Quiso olvidar que el hombre se aleja encadenado.
Donde faltaban plumas puso valor y olvido.
Iba tan alto a veces, que le resplandecía
sobre la piel el cielo, bajo la piel el ave.
Ser que te confundiste con una alondra un día,
te desplomaste otros como el granizo grave.
Ya sabes que las vidas de los demás son losas
con que tapiarte: cárceles con que tragar la tuya.
Pasa, vida, entre cuerpos, entre rejas hermosas.
A través de las rejas, libre la sangre afluya.
Triste instrumento alegre de vestir: apremiante
tubo de apetecer y respirar el fuego.
Espada devorada por el uso constante.
Cuerpo en cuyo horizonte cerrado me despliego.
No volarás. No puedes volar, cuerpo que vagas
por estas galerías donde el aire es mi nudo.
Por más que te debatas en ascender, naufragas.
No clamarás. El campo sigue desierto y mudo.
Los brazos no aletean. Son acaso una cola
que el corazón quisiera lanzar al firmamento.
La sangre se entristece de batirse sola.
Los ojos vuelven tristes de mal conocimiento.
Cada ciudad, dormida, despierta loca, exhala
un silencio de cárcel, de sueño que arde y llueve
como un élitro ronco de no poder ser ala.
El hombre yace. El cielo se eleva. El aire mueve.
[Miguel Hernández]
Es esto
s esto
la temible muerte.
Ha llegado el final
y no tienes respuesta.
el vaso de cristal,
la flor sobre la mesa,
el dolor de partir
sin que tu corazón conozca
una sola razón
de estas tres cosas
sencillas.
[Andrés Trapiello]
la temible muerte.
Ha llegado el final
y no tienes respuesta.
el vaso de cristal,
la flor sobre la mesa,
el dolor de partir
sin que tu corazón conozca
una sola razón
de estas tres cosas
sencillas.
[Andrés Trapiello]
Así que quieres ser escritor, ¿eh?
si no brota de ti a borbotones
a pesar de todo,
ni lo intentes.
a menos que te salga por voluntad propia
del corazón y la mente y la boca
y las entrañas,
ni lo intentes.
si tienes que permanecer horas sentado
mirando la pantalla del ordenador
o encorvado sobre
la máquina de escribir
en busca de las palabras,
ni lo intentes.
si lo haces por el dinero o
la fama,
ni lo intentes.
si lo haces porque
quieres mujeres en la cama,
ni lo intentes.
si tienes que sentarte
y rehacerlo una y otra vez,
ni lo intentes.
si sólo pensar en ello ya te cuesta trabajo,
ni lo intentes.
si quieres escribir como
algún otro,
olvídalo.
si tienes que esperar a que salga de ti
con un rugido,
entonces espera tranquilo.
si no llega a salir de ti con un rugido,
dedícate a otra cosa.
si primero se lo tienes que leer a tu esposa
o a tu novia o tu novio
a tus padres o quienquiera que sea,
no estás preparado.
no seas como tantos otros escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman escritores,
no seas soso, aburrido y
pretencioso, no te dejes consumir por el
narcisismo.
las bibliotecas del mundo
se han dormido de
aburrimiento
con los de tu calaña.
no lo empeores.
ni lo intentes.
a menos que te salga
del alma como un cohete,
a menos que creas que la inactividad
te llevaría a la locura o
al suicidio o al asesinato,
ni lo intentes.
a menos que el sol en tu interior te
abrase las entrañas,
ni lo intentes.
cuando de veras sea la hora,
y si estás entre los escogidos,
cobrará vida por
sí mismo y seguirá cobrándola
hasta que mueras o muera
en ti.
no hay otra manera,
ni la hubo nunca.
[Charles Bukowski]
a pesar de todo,
ni lo intentes.
a menos que te salga por voluntad propia
del corazón y la mente y la boca
y las entrañas,
ni lo intentes.
si tienes que permanecer horas sentado
mirando la pantalla del ordenador
o encorvado sobre
la máquina de escribir
en busca de las palabras,
ni lo intentes.
si lo haces por el dinero o
la fama,
ni lo intentes.
si lo haces porque
quieres mujeres en la cama,
ni lo intentes.
si tienes que sentarte
y rehacerlo una y otra vez,
ni lo intentes.
si sólo pensar en ello ya te cuesta trabajo,
ni lo intentes.
si quieres escribir como
algún otro,
olvídalo.
si tienes que esperar a que salga de ti
con un rugido,
entonces espera tranquilo.
si no llega a salir de ti con un rugido,
dedícate a otra cosa.
si primero se lo tienes que leer a tu esposa
o a tu novia o tu novio
a tus padres o quienquiera que sea,
no estás preparado.
no seas como tantos otros escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman escritores,
no seas soso, aburrido y
pretencioso, no te dejes consumir por el
narcisismo.
las bibliotecas del mundo
se han dormido de
aburrimiento
con los de tu calaña.
no lo empeores.
ni lo intentes.
a menos que te salga
del alma como un cohete,
a menos que creas que la inactividad
te llevaría a la locura o
al suicidio o al asesinato,
ni lo intentes.
a menos que el sol en tu interior te
abrase las entrañas,
ni lo intentes.
cuando de veras sea la hora,
y si estás entre los escogidos,
cobrará vida por
sí mismo y seguirá cobrándola
hasta que mueras o muera
en ti.
no hay otra manera,
ni la hubo nunca.
[Charles Bukowski]
Arrastras esta hoja con los dientes
Arrastras esta hoja con los dientes mientras cuento
que te has portado mal y tú lo sabes.
No pido que comprendas las materias
de filósofos y genios elocuentes.
No aspiro a que te creas que hay un dios
y comulgues con la fe en la que he crecido.
Quizá nunca distingas los conceptos de izquierda ni derecha,
ni qué es sentir amor.
Me conformo, querido Goya
con que no te mees en el sofá, en las alfombras,
en el suelo de la cocina,
o cualquier lugar que encuentres
menos en los que te hemos asignado.
Tú no lo entiendes.
Tú sólo entenderás por nuestros gritos
que en casa tienes que ir a los periódicos
y que la calle es grande y tienes ancho mundo.
Si yo pudiera, si me dejaran
mear sobre la prensa diaria,
salir a la calle y cagarme en el mundo,
si yo pudiera, querido Goya, sería feliz.
Tú no me entiendes.
No sabes la envidia que te tengo.
[Jorge Barco]
que te has portado mal y tú lo sabes.
No pido que comprendas las materias
de filósofos y genios elocuentes.
No aspiro a que te creas que hay un dios
y comulgues con la fe en la que he crecido.
Quizá nunca distingas los conceptos de izquierda ni derecha,
ni qué es sentir amor.
Me conformo, querido Goya
con que no te mees en el sofá, en las alfombras,
en el suelo de la cocina,
o cualquier lugar que encuentres
menos en los que te hemos asignado.
Tú no lo entiendes.
Tú sólo entenderás por nuestros gritos
que en casa tienes que ir a los periódicos
y que la calle es grande y tienes ancho mundo.
Si yo pudiera, si me dejaran
mear sobre la prensa diaria,
salir a la calle y cagarme en el mundo,
si yo pudiera, querido Goya, sería feliz.
Tú no me entiendes.
No sabes la envidia que te tengo.
[Jorge Barco]
Quimera vencida
Dos que van juntas al cine
y se sientan en la última fila
para besarse acariciarse tocarse
no están viendo sin embargo la misma película
Dos que caminan juntas por la calle
de la mano y con igual paso
mirándose mimándose mesándose
no caminan sin embargo por la misma calle
Dos que duermen juntas en la cama
seno en pos de seno boca con boca mano con mano
respirándose anhelándose sorbiéndose
no sueñan sin embargo el mismo sueño
Dos que hacen el amor apasionadamente
a un lado y a otro de la cama
-duplicadas en el espejo oval-
no se aman sin embargo de la misma manera
quizás de ninguna
ecuación imposible
soledad intransferible
que sólo la quimera
puede sostener
y la quimera
yace
debajo de la cama
sin aliento
vencida por la realidad.
[Cristina Peri Rossi]
y se sientan en la última fila
para besarse acariciarse tocarse
no están viendo sin embargo la misma película
Dos que caminan juntas por la calle
de la mano y con igual paso
mirándose mimándose mesándose
no caminan sin embargo por la misma calle
Dos que duermen juntas en la cama
seno en pos de seno boca con boca mano con mano
respirándose anhelándose sorbiéndose
no sueñan sin embargo el mismo sueño
Dos que hacen el amor apasionadamente
a un lado y a otro de la cama
-duplicadas en el espejo oval-
no se aman sin embargo de la misma manera
quizás de ninguna
ecuación imposible
soledad intransferible
que sólo la quimera
puede sostener
y la quimera
yace
debajo de la cama
sin aliento
vencida por la realidad.
[Cristina Peri Rossi]
Papeles inesperados
Lo que me gusta de tu cuerpo es el sexo.
Lo que me gusta de tu sexo es la boca.
Lo que me gusta de tu boca es la lengua.
Lo que me gusta de tu lengua es la palabra.
[Julio Cortázar]
Lo que me gusta de tu sexo es la boca.
Lo que me gusta de tu boca es la lengua.
Lo que me gusta de tu lengua es la palabra.
[Julio Cortázar]
Cansancio
Cansado
¡Síi!
Cansado
de usar un solo brazo,
dos labios,
veinte dedos,
no sé cuántas palabras,
no sé cuántos recuerdos,
grisáceos,
fragmentarios.
Cansado,
muy cansado
de este frío esqueleto,
tan púdico,
tan casto,
que cuando se desnude
no sabré si es el mismo
que usé mientras vivía.
Cansado.
¡Sí!
Cansado
por carecer de antenas,
de un ojo en cada omóplato
y de una cola auténtica,
alegre,
desatada,
y no este rabo hipócrita,
degenerado,
enano.
Cansado,
sobre todo,
de estar siempre conmigo,
de hallarme cada día,
cuando termina el sueño,
allí, donde me encuentre,
con las mismas narices
y con las mismas piernas;
como si no deseara
esperar la rompiente con un cutis de playa,
ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia,
acariciar la tierra con un vientre de oruga,
y vivir, unos meses, adentro de una piedra.
[Oliverio Girondo]
¡Síi!
Cansado
de usar un solo brazo,
dos labios,
veinte dedos,
no sé cuántas palabras,
no sé cuántos recuerdos,
grisáceos,
fragmentarios.
Cansado,
muy cansado
de este frío esqueleto,
tan púdico,
tan casto,
que cuando se desnude
no sabré si es el mismo
que usé mientras vivía.
Cansado.
¡Sí!
Cansado
por carecer de antenas,
de un ojo en cada omóplato
y de una cola auténtica,
alegre,
desatada,
y no este rabo hipócrita,
degenerado,
enano.
Cansado,
sobre todo,
de estar siempre conmigo,
de hallarme cada día,
cuando termina el sueño,
allí, donde me encuentre,
con las mismas narices
y con las mismas piernas;
como si no deseara
esperar la rompiente con un cutis de playa,
ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia,
acariciar la tierra con un vientre de oruga,
y vivir, unos meses, adentro de una piedra.
[Oliverio Girondo]
Sefiní
Basta por esta noche
cierro la puerta
me pongo el saco
guardo los papelitos donde
no hago sino hablar de ti
mentir sobre tu paradero
cuerpo que me has de temblar.
[Juan Gelmán]
cierro la puerta
me pongo el saco
guardo los papelitos donde
no hago sino hablar de ti
mentir sobre tu paradero
cuerpo que me has de temblar.
[Juan Gelmán]
Ser feliz perjudica seriamente la salud
Llegué a creer que la felicidad
no es un asunto de los seres humanos
(Félix Grande)
Hay algunos –por increíble que parezca a estas alturas-
que todavía se convierten en borrachos
por influencia de los poetas simbolistas.
Otros –de manera igualmente increíble-
acaban chutándose heroína
porque momias como William Burroughs
contaban con pelos y señales que lo hacían.
Por motivos parecidos
tú negaste siempre la felicidad,
que como ya se sabe
es un asunto muy mal visto
entre las mentes pensantes de todo este tinglado.
Hasta que la felicidad te cayó encima
como un plato de sopa
que alguien te hubiera volcado en el regazo.
¿Qué demonios era esto?
No estaba programado.
Era un contratiempo nuevo;
era de auténtica vergüenza.
Como, de niños, mojar la cama
o hacérselo en los calzoncillos.
Menudo bochorno.
¿Quién te iba a sacar de ésta?
Pero la felicidad insistió en agitarse dentro de ti;
te recorría de arriba abajo
como un flujo de savia electrizada.
Y se te ocurrieron ideas muy extrañas:
abandonarlo todo,
salir corriendo dando gritos de alegría,
tirar la casa por la ventana
y lanzarte en plancha a la vida.
La hostia fue de órdago.
Los hijoputas habían vaciado la piscina.
[Roger Wolfe]
no es un asunto de los seres humanos
(Félix Grande)
Hay algunos –por increíble que parezca a estas alturas-
que todavía se convierten en borrachos
por influencia de los poetas simbolistas.
Otros –de manera igualmente increíble-
acaban chutándose heroína
porque momias como William Burroughs
contaban con pelos y señales que lo hacían.
Por motivos parecidos
tú negaste siempre la felicidad,
que como ya se sabe
es un asunto muy mal visto
entre las mentes pensantes de todo este tinglado.
Hasta que la felicidad te cayó encima
como un plato de sopa
que alguien te hubiera volcado en el regazo.
¿Qué demonios era esto?
No estaba programado.
Era un contratiempo nuevo;
era de auténtica vergüenza.
Como, de niños, mojar la cama
o hacérselo en los calzoncillos.
Menudo bochorno.
¿Quién te iba a sacar de ésta?
Pero la felicidad insistió en agitarse dentro de ti;
te recorría de arriba abajo
como un flujo de savia electrizada.
Y se te ocurrieron ideas muy extrañas:
abandonarlo todo,
salir corriendo dando gritos de alegría,
tirar la casa por la ventana
y lanzarte en plancha a la vida.
La hostia fue de órdago.
Los hijoputas habían vaciado la piscina.
[Roger Wolfe]
Odio
Me faltan algunos odios todavía.
Estoy seguro de que existen.
(Céline)
El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el locutor deportivo
de la radio del vecino
esos domingos por la tarde.
El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el macaco de uniforme
que sentencia -arma
al cinto- que el semáforo
no estaba en ámbar, sino en rojo.
El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el cívico paleto
vestido de payasoque te dice
que no se permiten perros
en el parque.
El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con la gente que choca contigo
por la calle
cuando vas cargado
con las bolsas de la compra
o un bidón de queroseno
para una estufa
que en cualquier caso
no funciona.
El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con los automovilistas
cuando pisas un paso de peatones
y aceleran.
El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el neandertal en cuyas manos
alguien ha puesto
ese taladro de percusión.
El odio son las cosas
que te gustaría hacer
cuando le dejas un libro a alguien
y te lo devuelve en edición fascicular.
El odio es una edición crítica
de Góngora.
El odio son las campanas
de la iglesia
en mañanas de resaca.
El odio es la familia. El odio es un cajero
que se niega a darte más billetes
por imposibilidad transitoria
de comunicación con la central.
El odio es una abogada
de oficio
aliándose con el representante
de la ley
a las ocho de la mañana
en una comisaría
mientras sufres un ataque
de hipotermia.
El odio es una úlcera
en un atasco.
El odio son las palomitas
en el cine.
El odio es un cenicero
atestado de cáscaras de pipa.
El odio es un teléfono.
El odio es preguntar por un teléfono
y que te digan que no hay.
El odio es una visita
no solicitada.
El odio es un flautista
aficionado.
El odio
en estado puro
es retroactivo
personal
e intransferible.
El odio es que un estúpido
no entienda
tu incomprensión,
tu estupidez.
El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con este poema
si tu pluma
valiera
su pistola.
[Roger Wolfe]
Estoy seguro de que existen.
(Céline)
El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el locutor deportivo
de la radio del vecino
esos domingos por la tarde.
El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el macaco de uniforme
que sentencia -arma
al cinto- que el semáforo
no estaba en ámbar, sino en rojo.
El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el cívico paleto
vestido de payasoque te dice
que no se permiten perros
en el parque.
El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con la gente que choca contigo
por la calle
cuando vas cargado
con las bolsas de la compra
o un bidón de queroseno
para una estufa
que en cualquier caso
no funciona.
El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con los automovilistas
cuando pisas un paso de peatones
y aceleran.
El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el neandertal en cuyas manos
alguien ha puesto
ese taladro de percusión.
El odio son las cosas
que te gustaría hacer
cuando le dejas un libro a alguien
y te lo devuelve en edición fascicular.
El odio es una edición crítica
de Góngora.
El odio son las campanas
de la iglesia
en mañanas de resaca.
El odio es la familia. El odio es un cajero
que se niega a darte más billetes
por imposibilidad transitoria
de comunicación con la central.
El odio es una abogada
de oficio
aliándose con el representante
de la ley
a las ocho de la mañana
en una comisaría
mientras sufres un ataque
de hipotermia.
El odio es una úlcera
en un atasco.
El odio son las palomitas
en el cine.
El odio es un cenicero
atestado de cáscaras de pipa.
El odio es un teléfono.
El odio es preguntar por un teléfono
y que te digan que no hay.
El odio es una visita
no solicitada.
El odio es un flautista
aficionado.
El odio
en estado puro
es retroactivo
personal
e intransferible.
El odio es que un estúpido
no entienda
tu incomprensión,
tu estupidez.
El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con este poema
si tu pluma
valiera
su pistola.
[Roger Wolfe]
Llorar a lágrima viva
Llorar a lágrima viva
Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma,
la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología,
llorando.
Festejar los cumpleaños familiares,
llorando.
Atravesar el África,
llorando.
Llorar como un cacuy,
como un cocodrilo...
si es verdad
que los cacuyes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo,
pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz,
con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo,
por la boca.
Llorar de amor,
de hastío,
de alegría.
Llorar de frac,
de flato, de flacura.
Llorar improvisando,
de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!
[Oliverio Girondo]
Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma,
la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología,
llorando.
Festejar los cumpleaños familiares,
llorando.
Atravesar el África,
llorando.
Llorar como un cacuy,
como un cocodrilo...
si es verdad
que los cacuyes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo,
pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz,
con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo,
por la boca.
Llorar de amor,
de hastío,
de alegría.
Llorar de frac,
de flato, de flacura.
Llorar improvisando,
de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!
[Oliverio Girondo]
miércoles, 9 de junio de 2010
La nave de los locos (III)
Lo que más fastidia a Equis de este tránsito incesante de ciudad en ciudad, es la imposibilidad de tener perro. Piensa que quizá podría tener uno, pero no le gustaría abandonarlo y, además, cueta muy caro trasladar a un perro de un lugar a otro. Por otra parte, no está muy seguro de que una vida tan incierta fuera del agrado de un perro, animal dócil que ama el hogar y la rutina. Por la misma razón, Equis no puede tener plantas, ni esposa (animal dócil que ama el hogar y la rutina).
[Cristina Peri Rossi]
[Cristina Peri Rossi]
Caballero de los puentes
El lunes pagué a una prostituta para que pisoteara en mi presencia dos docenas de ostras abiertas con sus zapatos de tacón alto, que lamí a continuación.
El martes pagué a otra, casi una niña, para que me masturbara con estiércol fresco de caballo entre los dedos.
El miércoles alquilé a una nueva para que me vistiera y maquillara de mujer mientras yo enjabonaba y rasuraba el rostro de la joven.
El jueves prometí una elevada cantidad a dos prostitutas para que me siguieran por los callejones con el fin de defecar luego en sus bocas.
El viernes cloroformicé a una prostituta entrada en años y le coloqué sanguijuelas en la vagina hasta que éstas se saciaron.
El sábado me negué a pagar a la prostituta alquilada tras azotarla con varillas extraídas de un paraguas, aduciendo el desagrado que me produjeron sus inoportunos gritos.
El domingo dormí casi todo el día, besé a mi esposa, a mis hijas, a las doncellas de mi esposa y a la institutriz de mis hijas, paseé durante una hora por el parque con el confesor de la familia y cené después opíparamente en Casa Beristain, en compañía de los demás magistrados. Todos bebimos vino de peptona, el mejor confortativo de los debilitados, restablecedor de las fuerzas y del apetito.
[Ángel Olgoso]
El martes pagué a otra, casi una niña, para que me masturbara con estiércol fresco de caballo entre los dedos.
El miércoles alquilé a una nueva para que me vistiera y maquillara de mujer mientras yo enjabonaba y rasuraba el rostro de la joven.
El jueves prometí una elevada cantidad a dos prostitutas para que me siguieran por los callejones con el fin de defecar luego en sus bocas.
El viernes cloroformicé a una prostituta entrada en años y le coloqué sanguijuelas en la vagina hasta que éstas se saciaron.
El sábado me negué a pagar a la prostituta alquilada tras azotarla con varillas extraídas de un paraguas, aduciendo el desagrado que me produjeron sus inoportunos gritos.
El domingo dormí casi todo el día, besé a mi esposa, a mis hijas, a las doncellas de mi esposa y a la institutriz de mis hijas, paseé durante una hora por el parque con el confesor de la familia y cené después opíparamente en Casa Beristain, en compañía de los demás magistrados. Todos bebimos vino de peptona, el mejor confortativo de los debilitados, restablecedor de las fuerzas y del apetito.
[Ángel Olgoso]
La nave de los locos (II)
La mejor manera que tiene un extranjero de conocer una ciudad es enamorándose de una de sus mujeres, muy dadas a la ternura que inspira un hombre sin patria, es decir, sin madre, y también a las diferencias de pigmentación de la piel de un continente a otro. Ella construirá una ruta que no figura en los mapas y nos hablará en una lengua que nunca olvidaremos. Nos mostrará los puentes y los lugares secretos, nos adoptará como a niños de pecho, nos enseñará a balbucear las primeras palabras de un idioma nuevo, a dar los primeros pasos y a reconocer los árboles y los pájaros. En cuanto a esto último, no esté usted muy seguro.
[...]
En sueños, Equis ha hecho el amor con muchas mujeres desconocidas, ha regresado a menudo a la infancia, a terminar alguna tarea inconclusa, ha visto montañas que giran y ríos inmóviles, fue perseguido por ejércitos de distintos países - todos iguales, por lo demás - , alguna falta imperceptible provocó una catástrofe y también pintó numerosos cuadros, que nadie ha visto todavía. Le parece que en sueños ejecuta una tarea incesante, despliega una actividad febril de la cual dependen muchas cosas. No podría pintar esos cuadros, en la vida diurna: carece de la aptitud y de la técnica necesarias; sin embargo, trata de conservarlos en la memoria como una galería paticular. Como esas mujeres irreales que aparecen en los sueños, sus amantes clandestinas, y que viven encerradas en los claustros de la noche. Podría fundar un museo con esas telas, con esas mujeres. Nada hay más privado que los sueños, y su privacidad es un atributo ambiguo."
[Cristina Peri Rossi]
[...]
En sueños, Equis ha hecho el amor con muchas mujeres desconocidas, ha regresado a menudo a la infancia, a terminar alguna tarea inconclusa, ha visto montañas que giran y ríos inmóviles, fue perseguido por ejércitos de distintos países - todos iguales, por lo demás - , alguna falta imperceptible provocó una catástrofe y también pintó numerosos cuadros, que nadie ha visto todavía. Le parece que en sueños ejecuta una tarea incesante, despliega una actividad febril de la cual dependen muchas cosas. No podría pintar esos cuadros, en la vida diurna: carece de la aptitud y de la técnica necesarias; sin embargo, trata de conservarlos en la memoria como una galería paticular. Como esas mujeres irreales que aparecen en los sueños, sus amantes clandestinas, y que viven encerradas en los claustros de la noche. Podría fundar un museo con esas telas, con esas mujeres. Nada hay más privado que los sueños, y su privacidad es un atributo ambiguo."
[Cristina Peri Rossi]
Autobiografía (Luis Rosales)
Como el náufrago metódico que contase las olas
que faltan para morir,
y las contase, y las volviese a contar, para evitar
errores, hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño
y le besa y le cubre la frente.
Así he vivido yo con una vaga prudencia de
caballo de cartón en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.
[Luis Rosales]
La nave de los locos (I)
A veces, Equis lee en el autobús sólo para provocar. Elige un libro más bien grande, y un autobús más bien lleno. Una vez que ha conseguido ascender, coloca el libro sobre la espalda del viajero más próximo, como sobre un atril, y vuelve las páginas sin importarle clavar su codo en el esternón del pasajero de al lado, cuya melancólica mirada de buey rumbo al matadero sólo se anima cuando una de sus costillas está a punto de romperse. Casi siempre se inicia una pequeña discusión en torno a Equis, quien se niega a cerrar el libro y los pasajeros que bien interesados en continuar la lectura por encima de su hombro o a tirar el libro por la ventanilla, en el supuesto favorable de que el autobús tenga alguna ventanilla abierta, porque como ha observado Equis, la costumbre de vivir hacinados hace que en cuanto pueden, no ventilen.
A este sistema de lectura a la fuerza, Equis lo llama su plan particular de alfabetización. Según él mismo confiesa, no es un sistema muy ortodoxo. En épocas especialmente difíciles (cuando por ejemplo hay una serie de televisión muy exitosa que además se vende en fascículos o cuando el gobierno establece una censura muy rigurosa sobre los libros interesantes), Equis no tiene escrúpulos en emplear, para su campaña de alfabetización, libros pornográficos, que siempre despiertan el interés de los escolares que viajan en el autobús, de los hombres casados y de las mujeres que no leen porque no viajan. De inmediato aprovecha para recomendar, muy seriamente, otros libros pornográficos, entre los cuales se encuentran las novelas de Salinger, los cuentos de Cortázar y las obras de Foucault.
[Cristina Peri Rossi]
A este sistema de lectura a la fuerza, Equis lo llama su plan particular de alfabetización. Según él mismo confiesa, no es un sistema muy ortodoxo. En épocas especialmente difíciles (cuando por ejemplo hay una serie de televisión muy exitosa que además se vende en fascículos o cuando el gobierno establece una censura muy rigurosa sobre los libros interesantes), Equis no tiene escrúpulos en emplear, para su campaña de alfabetización, libros pornográficos, que siempre despiertan el interés de los escolares que viajan en el autobús, de los hombres casados y de las mujeres que no leen porque no viajan. De inmediato aprovecha para recomendar, muy seriamente, otros libros pornográficos, entre los cuales se encuentran las novelas de Salinger, los cuentos de Cortázar y las obras de Foucault.
[Cristina Peri Rossi]
Aunque seamos malditas
Nunca debí volver. Uno vuelve porque espera encontrar algo, algo que cree que dejó olvidado y luego descubre que lo ha dejado en otra parte o que nunca supo dónde estaba. Uno no debe volver a los sitios donde fue feliz y mucho menos a los lugares donde ha sufrido tanto. Ahora sé que las avispas han sido necesarias. Nunca debí volver. No me ha esperado el mar.
[Eugenia Rico]
[Eugenia Rico]
La vuelta al día en ochenta mundos (I)
Siempre seré como un niño para tantas cosas, pero uno de esos niños que desde el comienzo llevan consigo al adulto, de manera que cuando el monstruito llega verdaderamente a adulto ocurre que éste a su vez lleva consigo al niño, y "nel mezzo del camin" se da una coexistencia pocas veces pacífica de por lo menos dos aperturas al mundo.
Esto puede entenderse metafóricamente pero apunta en todo caso a un temperamento que no ha renunciado a la visión pueril como precio de la visión adulta, y esa yuxtaposición que hace al poeta y quizá al criminal, y también al cronopio y al humorista (cuestión de dosis diferentes, de acentuación aguda o esdrújula, de elecciones: ahora juego, ahora mato) se manifiesta en el sentimiento de no estar del todo en cualquiera de las estructuras, de las telas que arma la vida y en las que somos a la vez araña y mosca.
[J.Cortázar]
Esto puede entenderse metafóricamente pero apunta en todo caso a un temperamento que no ha renunciado a la visión pueril como precio de la visión adulta, y esa yuxtaposición que hace al poeta y quizá al criminal, y también al cronopio y al humorista (cuestión de dosis diferentes, de acentuación aguda o esdrújula, de elecciones: ahora juego, ahora mato) se manifiesta en el sentimiento de no estar del todo en cualquiera de las estructuras, de las telas que arma la vida y en las que somos a la vez araña y mosca.
[J.Cortázar]
Juan Ramón. El poeta en el jardín
Desde que Valle-Inclán pasaba la verja del jardín, empezaba a correr la voz entre las monjas jóvenes. Se asomaban a verle, y luego corrían hacia el cuarto de Juan Ramón para escucharle, secretamente, desde el pasillo. Con rara solemnidad, la figura avanzaba entre los árboles del jardín: la larga barba negra sobre el abrigo negro, la gruesa montura negra sobre los ojos negros. Era inútil pretender que hablara en voz baja. Ceceando a gritos se dirigía a las monjas, a los enfermos, a Juan Ramón. Cuando recitaba con voz profunda los versos que le enseñaba su amigo
Declinaba la tarde...
las palabras resonaban en todos los rincones. A las palabras acompañaban, a veces, movimientos ligeramente desacompasados y desacostumbrados. La ausencia del brazo perdida estaba aún muy presente.
Un invierno quedó el Sanatorio aislado de Madrid durante tres días por una nevada. Los caminos quedaron ocultos y los raíles del tranvía sepultados. Como otras veces, con toda naturalidad, la silueta inverosímil de Valle-Inclán se fue acercando lentamente al recinto del jardín. "Apareció Valle-Inclán, delgado y negro, en la soledad blanca. Bajé a abrirle la verja:
- Pero Valle, cómo viene usted con este día.
- Se lo había prometido.
Y su luto, ahora, se entra por la memoria nevada del jardín".
[Antonio Pau]
Declinaba la tarde...
las palabras resonaban en todos los rincones. A las palabras acompañaban, a veces, movimientos ligeramente desacompasados y desacostumbrados. La ausencia del brazo perdida estaba aún muy presente.
Un invierno quedó el Sanatorio aislado de Madrid durante tres días por una nevada. Los caminos quedaron ocultos y los raíles del tranvía sepultados. Como otras veces, con toda naturalidad, la silueta inverosímil de Valle-Inclán se fue acercando lentamente al recinto del jardín. "Apareció Valle-Inclán, delgado y negro, en la soledad blanca. Bajé a abrirle la verja:
- Pero Valle, cómo viene usted con este día.
- Se lo había prometido.
Y su luto, ahora, se entra por la memoria nevada del jardín".
[Antonio Pau]
Experiencia espiritual
Me dijo que andaba buscando una experiencia espiritual
una cosa muy seria
en el mundo había como dos mil religiones
sin contar las sectas
pero ella quería otra cosa
"yo quiero una experiencia espiritual"
me dijo
creo que de eso yo no tenía
había tenido experiencias de guerra
de revoluciones experiencias sensoriales
experiencias musicales experiencias laborales
salvo que consideráramos que extasiarse frente a un
naufragio de Turner
o de Caspar David Friedrich
fuera una experiencia espiritual
salvo que leer a J.G.Ballard
o los poemas de Vallejo
fueran experiencias espirituales
también había tenido varias experiencias con atardeceres
esplendorosos en el Pueto de Santa María
y la luz del Sur, la abrillantada luz del Sur,
pero me dijo que no se trataba de nada de eso
no se trataba de la tristeza que me producían los Estudios de Chopin
o las Gimnopedias de Satie que ahora están en los móviles
me dijo que era otra cosa
Después se fue a la India
y yo no la seguí
porque ya he visto mucha miseria en este mundo
sin alcanzar el grado de espiritualidad necesario
Pasó como dos años en la India
y cuando volvió
estaba más flaca
¿Qué haces? - me dijo
Lo de siempre, le contesté
Escribo algunas cosas leo un poco juego al maghon por Internet
a veces me atropella un auto
pero en general, sigo sin tener experiencias espirituales
así que les pregunté cómo le había ido por la India
y me contestó que bien
muy bien
había tenido una experiencia espiritual
- dijo -
que volvía irrisorios y frívolos
todos los orgasmos.
Pensé que para eso no era necesario ir a la India
bastaba con haber alcanzado la menopausia.
[Cristina Peri Rossi]
una cosa muy seria
en el mundo había como dos mil religiones
sin contar las sectas
pero ella quería otra cosa
"yo quiero una experiencia espiritual"
me dijo
creo que de eso yo no tenía
había tenido experiencias de guerra
de revoluciones experiencias sensoriales
experiencias musicales experiencias laborales
salvo que consideráramos que extasiarse frente a un
naufragio de Turner
o de Caspar David Friedrich
fuera una experiencia espiritual
salvo que leer a J.G.Ballard
o los poemas de Vallejo
fueran experiencias espirituales
también había tenido varias experiencias con atardeceres
esplendorosos en el Pueto de Santa María
y la luz del Sur, la abrillantada luz del Sur,
pero me dijo que no se trataba de nada de eso
no se trataba de la tristeza que me producían los Estudios de Chopin
o las Gimnopedias de Satie que ahora están en los móviles
me dijo que era otra cosa
Después se fue a la India
y yo no la seguí
porque ya he visto mucha miseria en este mundo
sin alcanzar el grado de espiritualidad necesario
Pasó como dos años en la India
y cuando volvió
estaba más flaca
¿Qué haces? - me dijo
Lo de siempre, le contesté
Escribo algunas cosas leo un poco juego al maghon por Internet
a veces me atropella un auto
pero en general, sigo sin tener experiencias espirituales
así que les pregunté cómo le había ido por la India
y me contestó que bien
muy bien
había tenido una experiencia espiritual
- dijo -
que volvía irrisorios y frívolos
todos los orgasmos.
Pensé que para eso no era necesario ir a la India
bastaba con haber alcanzado la menopausia.
[Cristina Peri Rossi]
Antífona
Ven, reina de los besos, flor de la orgía,
amante sin amores, sonrisa loca...
Ven, que yo sé la pena de tu alegría
y el rezo de amargura que hay en tu boca.
Yo no te ofrezco amores que tú no quieres;
conozco tu secreto, virgen impura;
amor es enemigo de los placeres
en que los dos ahogamos nuestra amargura.
Amarnos... ¡Ya no es tiempo de que me ames!
A ti y a mí nos llevan olas sin leyes.
¡Somos a un mismo tiempo santos e infames,
somos a un mismo tiempo pobres y reyes!
¡Bah! Yo sé que los mismos que nos adoran,
en el fondo nos guardan igual desprecio.
Y justas son las voces que nos desdoran...
Lo que vendemos ambos no tiene precio.
Así los dos, tú amores, yo poesía,
damos por oro a un mundo que despreciamos...
¡Tú, cuerpo de diosa; yo, el alma mía!
Ven y reiremos juntos mientras lloramos.
Joven quiere en nosotros Naturaleza
hacer, entre poemas y bacanales
el imperial regalo de la belleza,
luz a la oscura senda de los mortales.
¡Ah! Levanta la frente, flor siempreviva,
que das encanto, aroma, placer, colores...
Diles con esa fresca boca lasciva...
¡que no son de este mundo nuestros amores!
Igual camino en suerte nos ha cabido.
Un ansia igual nos lleva, que no se agota,
hasta que se confundan en el olvido
tu hermosura podrida, mi lira rota.
Crucemos nuestra calle de la amargura,
levantadas las frentes, juntas las manos.
¡Ven tú conmigo, reina de las hermosuras;
hetairas y poetas somos hermanos!
[Manuel Machado]
amante sin amores, sonrisa loca...
Ven, que yo sé la pena de tu alegría
y el rezo de amargura que hay en tu boca.
Yo no te ofrezco amores que tú no quieres;
conozco tu secreto, virgen impura;
amor es enemigo de los placeres
en que los dos ahogamos nuestra amargura.
Amarnos... ¡Ya no es tiempo de que me ames!
A ti y a mí nos llevan olas sin leyes.
¡Somos a un mismo tiempo santos e infames,
somos a un mismo tiempo pobres y reyes!
¡Bah! Yo sé que los mismos que nos adoran,
en el fondo nos guardan igual desprecio.
Y justas son las voces que nos desdoran...
Lo que vendemos ambos no tiene precio.
Así los dos, tú amores, yo poesía,
damos por oro a un mundo que despreciamos...
¡Tú, cuerpo de diosa; yo, el alma mía!
Ven y reiremos juntos mientras lloramos.
Joven quiere en nosotros Naturaleza
hacer, entre poemas y bacanales
el imperial regalo de la belleza,
luz a la oscura senda de los mortales.
¡Ah! Levanta la frente, flor siempreviva,
que das encanto, aroma, placer, colores...
Diles con esa fresca boca lasciva...
¡que no son de este mundo nuestros amores!
Igual camino en suerte nos ha cabido.
Un ansia igual nos lleva, que no se agota,
hasta que se confundan en el olvido
tu hermosura podrida, mi lira rota.
Crucemos nuestra calle de la amargura,
levantadas las frentes, juntas las manos.
¡Ven tú conmigo, reina de las hermosuras;
hetairas y poetas somos hermanos!
[Manuel Machado]
viernes, 16 de abril de 2010
Caótica y perfecta
Caótica y perfecta,
acróbata y nocturna:
amo a esta ciudad enferma.
Lamo su áspero asfalto,
a cuatro patas,
y palpo la grietas de su cielo herido.
Esta ciudad se sobrepasa a si misma
y se desborda.
La amo como un perro.
Esta ciudad no es solo la suma
de las cosas que contiene
(las personas, los mendigos,
los agujeros negros del techno,
una colección completa de delirios)
Es la suma de todo eso y algo más:
esta ciudad es una bestia horrenda
que me engulle al atardecer
y que devuelve
-delicada-
mi cuerpo desvalido
al alba.
Oigo su respiración ronca,
sus latidos,
se levanta furiosa sobre dos patas,
vibra mi miedo,
clava sus garras.
Caótica y perfecta,
acróbata y nocturna
amo a esta ciudad invertebrada.
Madrid:
quiero follármela.
[Sergio C. Fanjul]
acróbata y nocturna:
amo a esta ciudad enferma.
Lamo su áspero asfalto,
a cuatro patas,
y palpo la grietas de su cielo herido.
Esta ciudad se sobrepasa a si misma
y se desborda.
La amo como un perro.
Esta ciudad no es solo la suma
de las cosas que contiene
(las personas, los mendigos,
los agujeros negros del techno,
una colección completa de delirios)
Es la suma de todo eso y algo más:
esta ciudad es una bestia horrenda
que me engulle al atardecer
y que devuelve
-delicada-
mi cuerpo desvalido
al alba.
Oigo su respiración ronca,
sus latidos,
se levanta furiosa sobre dos patas,
vibra mi miedo,
clava sus garras.
Caótica y perfecta,
acróbata y nocturna
amo a esta ciudad invertebrada.
Madrid:
quiero follármela.
[Sergio C. Fanjul]
Dejar cumplido
Dejar cumplido. El qué,
no importa. Irse dejando atrás
pocas cosas. Sólo objetos. Con
las cosas se hereda la tarea
del olvido. Clausurar el recuerdo.
Desprenderse en vida.
Lo indispensable acompañando.
[Chantal Maillard]
no importa. Irse dejando atrás
pocas cosas. Sólo objetos. Con
las cosas se hereda la tarea
del olvido. Clausurar el recuerdo.
Desprenderse en vida.
Lo indispensable acompañando.
[Chantal Maillard]
Exit
En noches como ésta
los balances no ayudan demasiado.
Los recuerdos te escupen a la cara
y desde algún lugar del corazón
te arrojan trapos sucios.
No grites. A estas horas
no ha de escucharte nadie.
Sería preferible
que a golpes de martillo
desclavaras tu culpa de las cosas que amas.
No busques una excusa para retroceder
ni pongas esa cara de perro apaleado.
La noche te ha elegido y eso es todo.
Sabes que no hay salida de emergencias.
[Katy Parra]
los balances no ayudan demasiado.
Los recuerdos te escupen a la cara
y desde algún lugar del corazón
te arrojan trapos sucios.
No grites. A estas horas
no ha de escucharte nadie.
Sería preferible
que a golpes de martillo
desclavaras tu culpa de las cosas que amas.
No busques una excusa para retroceder
ni pongas esa cara de perro apaleado.
La noche te ha elegido y eso es todo.
Sabes que no hay salida de emergencias.
[Katy Parra]
Alicia en el País de las Maravillas
- ¿Puede decirme, por favor, qué camino debo tomar?
- Eso depende de a dónde quieras llegar.
- No me importa demasiado dónde…
- Entonces no importa demasiado el camino que cojas.
- … mientras llegue a algún lugar.
- Seguro que llegas a algún lugar. Sólo tienes que caminar el tiempo suficiente.
[L.Carroll]
- Eso depende de a dónde quieras llegar.
- No me importa demasiado dónde…
- Entonces no importa demasiado el camino que cojas.
- … mientras llegue a algún lugar.
- Seguro que llegas a algún lugar. Sólo tienes que caminar el tiempo suficiente.
[L.Carroll]
III
Me pasé un mes
preguntándole a toda clase de personas
- hombres y mujeres -
si habían soñado que se acostaban con sus madres
y ellos
- hombres y mujeres -
me decían que no
que de ninguna manera
ellos y ellas no soñarían con esas porquerías
- una sucia cosa de ésas -
hasta que me di cuenta
de que no tenían madres guapas.
[Cristina Peri Rossi]
preguntándole a toda clase de personas
- hombres y mujeres -
si habían soñado que se acostaban con sus madres
y ellos
- hombres y mujeres -
me decían que no
que de ninguna manera
ellos y ellas no soñarían con esas porquerías
- una sucia cosa de ésas -
hasta que me di cuenta
de que no tenían madres guapas.
[Cristina Peri Rossi]
La insoportable levedad del ser (II)
Entre los hombres que van tras muchas mujeres podemos distinguir fácilmente dos categorías. Unos buscan en todas las mujeres su propio sueño, subjetivo y siempre igual, sobre la mujer. Los segundos son impulsados por el deseo de apoderarse de la infinita variedad del mundo objetivo de la mujer.
La obsesión de los primeros es lírica: se buscan a sí mismos en las mujeres, buscan su ideal y se ven repetidamente desengañados porque una idea es, como sabemos, aquello que nunca puede encontrarse. El desengaño que los lleva de una mujer a otra le brinda a su inconstancia cierta disculpa romántica, de modo que muchas mujeres sentimentales pueden sentirse conmovidas por su terca poligamia.
La segunda obsesión es épica y las mujeres no ven en ella nada conmovedor: el hombre no proyecta sobre las mujeres un ideal subjetivo; por eso todo le resulta interesante y nada puede desengañarlo. Y es precisamente esa incapacidad para el desengaño la que contiene algo de escandaloso. La obsesión del mujeriego épico produce a la gente la impresión de que no se ha pagado nada a cambio de ella (no se ha pagado con el desengaño).
[M.Kundera]
El retrato de Dorian Gray (IV)
- No me hables de esas cosas. Lo hecho, hecho está. El pasado es el pasado.
- ¿Llamas pasado a ayer?
- ¿Qué importa el tiempo real que haya pasado? Sólo la gente superficial necesita años para librarse de una emoción. Un hombre dueño de sí mismo puede acabar con una pena tan fácilmente como inventa un placer. No quiero estar a merced de mis emociones.
[Oscar Wilde]
- ¿Llamas pasado a ayer?
- ¿Qué importa el tiempo real que haya pasado? Sólo la gente superficial necesita años para librarse de una emoción. Un hombre dueño de sí mismo puede acabar con una pena tan fácilmente como inventa un placer. No quiero estar a merced de mis emociones.
[Oscar Wilde]
Llámame
Tu padre se está metiendo coca, tu madre
no te deja estar, y ahora que por fin habías decidido
desechar otros vicios que no fueran
el condenado tabaco y el café.
Llegas a casa, enciendes la T.V.
Trasplantes de hígado, qué comemos,
tensión en Pakistán.
Las enfermedades del recto.
Que lo hagas con control.
Se te ha muerto un amigo de la infancia
de algo que ni siquiera sabes pronunciar.
Se te ha averiado el coche
en pleno atasco. La semana pasada se llevaron
el teléfono, la que viene te van a cortar
la luz.
No puedes pagar el alquiler, trabajas
para un imbécil, y tu mujer te dice que quizá
ya vaya siendo hora de tener un hijo.
Tal vez dos.
Pero ya lo sabes, viejo, que te quiero.
Son cinco duros.
Llámame.
[Roger Wolfe]
no te deja estar, y ahora que por fin habías decidido
desechar otros vicios que no fueran
el condenado tabaco y el café.
Llegas a casa, enciendes la T.V.
Trasplantes de hígado, qué comemos,
tensión en Pakistán.
Las enfermedades del recto.
Que lo hagas con control.
Se te ha muerto un amigo de la infancia
de algo que ni siquiera sabes pronunciar.
Se te ha averiado el coche
en pleno atasco. La semana pasada se llevaron
el teléfono, la que viene te van a cortar
la luz.
No puedes pagar el alquiler, trabajas
para un imbécil, y tu mujer te dice que quizá
ya vaya siendo hora de tener un hijo.
Tal vez dos.
Pero ya lo sabes, viejo, que te quiero.
Son cinco duros.
Llámame.
[Roger Wolfe]
Casada
En el hombro la herida me latía
como un segundo corazón. Si a ella
le dolía también, no me lo dijo.
La puerta se cerró. Por un momento
nos abrazamos, y eso era la vida.
Pero volvió el dolor, volvió la niebla
sobre mis ojos y frente a mis labios.
Y volverían dudas y reproches,
y la herida del hombro, y su marido.
[L.A. de Cuenca]
como un segundo corazón. Si a ella
le dolía también, no me lo dijo.
La puerta se cerró. Por un momento
nos abrazamos, y eso era la vida.
Pero volvió el dolor, volvió la niebla
sobre mis ojos y frente a mis labios.
Y volverían dudas y reproches,
y la herida del hombro, y su marido.
[L.A. de Cuenca]
domingo, 4 de abril de 2010
Noche de ronda
"En otro tiempo hubieras empleado la noche
en hablarle de libros y de viejas películas.
Pero ya eres mayor. Ahora sabes que a ellas
les aburren los tipos llenos de nombres propios,
que tu bachillerato les tiene sin cuidado.
De modo que le dejas tomar la iniciativa,
desconectas y finges que escuchas sus historias,
que invariablemente -recuerdas de otras veces-
versan sobre el amor, los viajes, la dietética,
su familia, el verano, la buena forma física,
el más allá, las drogas y el arte postmodemo.
De cuando en cuando asientes, recorriendo sus ojos
con los tuyos, rozando levemente sus muslos,
y elevas a los cielos una angustiosa súplica
para que aquella farsa termine cuanto antes.
Pasarán, sin embargo, todavía unas horas
hasta que, ebria y afónica, se abandone en tus brazos
y obtengas la victoria pírrica de su cuerpo,
que, pese a los asertos de tres o cuatro amigos,
será muy poca cosa. Y, cuando esté dormida,
saldrás roto a la calle en busca de una taza
de café gigantesca, maldiciendo las copas
que arruinaron tu hígado en la estúpida noche
pensando que, al cabo, merece más la pena
no comerse una rosca y hablarles de tus libros,
amargarles la vida con Shakespeare y con Griffith.
O buscarse una sorda para que nada falte.
(Luis Alberto de Cuenca)
Tu rostro mañana (I)
Más de una vez se me dijo que era un don que tenía y así me lo mostró Peter Wheeler, que fue quien me alertó al explicármelo y describírmelo, las cosas no acaban de existir hasta que se las nombra, eso todo el mundo lo sabe o lo intuye. Ese don yo lo veo en cambio como maldición a veces, y eso que ahora suelo ceñirme a las tres primeras actividades, que son calladas e interiores y de la conciencia y no tienen por qué afectar a nadie más que a uno mismo, y sólo cuento cuando no hay más remedio o se me pide insistentemente. Porque en mi época profesional de Londres, o digamos retribuida, aprendí que lo que tan sólo ocurre no nos afecta apenas o no más que lo que no ocurre, sino su relato (también el de lo que no ocurre), que es indefectiblemente impreciso, traicionero, aproximativo y en el fondo nulo.
(J.Marías)
La dicha perfecta
Nos sabíamos convidados a la fiesta
de la dicha perfecta.
La fiesta es legado de los dioses
para los seres puros.
Lo sabíamos
desde el prodigio inicial de las miradas,
desde el asombro de todas las palabras,
desde la mañana anterior a los recuerdos
y su parvo acontecer de la nostalgia,
desde el prestigio inviolable de los sueños
y su densa espiral de irrealidades.
El alma virginal
tallada en cristal vivo,
el cuerpo ennoblecido de erótico linaje
llegamos a la fiesta de la dicha perfecta.
pero nos fue vedada,
no se admitían máscaras.
(Alba Uribe)
de la dicha perfecta.
La fiesta es legado de los dioses
para los seres puros.
Lo sabíamos
desde el prodigio inicial de las miradas,
desde el asombro de todas las palabras,
desde la mañana anterior a los recuerdos
y su parvo acontecer de la nostalgia,
desde el prestigio inviolable de los sueños
y su densa espiral de irrealidades.
El alma virginal
tallada en cristal vivo,
el cuerpo ennoblecido de erótico linaje
llegamos a la fiesta de la dicha perfecta.
pero nos fue vedada,
no se admitían máscaras.
(Alba Uribe)
Cansancio
Cansado,
sobre todo,
de estar siempre conmigo,
de hallarme cada día,
cuando termina el sueño,
allí, donde me encuentre,
con las mismas narices
y con las mismas piernas;
como si no deseara
esperar la rompiente con un cutis de playa,
ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia,
acariciar la tierra con un vientre de oruga,
y vivir, unos meses, adentro de una piedra.
(Oliverio Girondo)
sobre todo,
de estar siempre conmigo,
de hallarme cada día,
cuando termina el sueño,
allí, donde me encuentre,
con las mismas narices
y con las mismas piernas;
como si no deseara
esperar la rompiente con un cutis de playa,
ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia,
acariciar la tierra con un vientre de oruga,
y vivir, unos meses, adentro de una piedra.
(Oliverio Girondo)
Rayuela (II)
Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.
(J.Cortázar)
Julio Cortázar
No fui al entierro de Julio Cortázar. No estoy en la foto. En las numerosas fotos que se hicieron después de su muerte, una lluviosa mañana de febrero de 1984. (Cuántas veces, Julio, habíamos recordado juntos aquellos versos de César Vallejo: "Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo".) No quise compartir la dudosa complicidad de los precariamente vivos, de los supervivientes. Aborrezco la muerte y los ritos funerarios. Había otra razón profunda: me negaba a aceptar que Julio fuera mortal, y prefería recordarlo vivo, eternamente joven (bromeábamos, a veces, sobre su aspecto juvenil, como Dorian Gray. "Sólo que yo no me voy a despertar un día convertido en un anciano decrépito y asqueroso", decías, sonriente y convencido), sano, viajero, a veces un poco melancólico ("la literatura es cosa de melancólicos": hice esa anotación en una servilleta en la cafetería La Puñalada, de Barcelona. Respondió, debajo, y me devolvió la servilleta: "¿Quién no es un poco melancólico a las seis de la tarde de otoño, en una calle de París o de Barcelona, de Buenos Aires, o de Montevideo?") y siempre lúdico.
(Cristina Peri-Rossi)
(Cristina Peri-Rossi)
Croniria
Me gusta amarte hincada de rodillas.
Aquí, tan desde abajo, tan cerca de la tierra
relamo el palpitar de tu cuidado
y centro mi delicia en el transcurso.
No es de extrañar que el mundo sea redondo.
¿Qué forma iba a adoptar, sino la de mi boca?
(Raquel Lanseros)
Aquí, tan desde abajo, tan cerca de la tierra
relamo el palpitar de tu cuidado
y centro mi delicia en el transcurso.
No es de extrañar que el mundo sea redondo.
¿Qué forma iba a adoptar, sino la de mi boca?
(Raquel Lanseros)
Sálvese quien sepa cómo
Hace 300 días
que recorro los lindes de tu bosque
y tu cara ya no es tuya
ojos que pueden ser de otro,
perfiles, narices de formas imprecisas, abarcables.
Atrapé la maceta antes de caer
sobre tus cielo.
Colonicé tus tejados
con lluvia.
Me arrepentí de mis nocturnidades
mientras apago mi borrachera.
Hace 300 años que me encojo
a tu entrada
retrocedo
me escondo en una de tus botas
exploro bajo tu alfombra
el sonido de tu tele a medianoche
tú dormido,
baba colgando,
afuera nieva.
La luz que se va,
saltan los plomos.
Trato de arropar tus desvaríos,
de colmar de barcos
cada una de tus tempestades,
de hacerte zumos de limón y azúcar
y curas de sueño
entre mis pechos.
Trato de partir pronto,
de no hacer ruido,
procurar oídos sordos
a cada uno de tus suspiros.
Y es desesperante.
Trato de lavar cien veces
tus trapos sucios,
de curiosear entre los callos de tus dedos,
tus antiguas bondades.
El cenicero lleno,
la leña mohína,
listos todos para el galopante retroceso.
Sálvese quien sepa cómo.
Y que levante la copa quien pueda.
(Estelle Talavera Baudet)
que recorro los lindes de tu bosque
y tu cara ya no es tuya
ojos que pueden ser de otro,
perfiles, narices de formas imprecisas, abarcables.
Atrapé la maceta antes de caer
sobre tus cielo.
Colonicé tus tejados
con lluvia.
Me arrepentí de mis nocturnidades
mientras apago mi borrachera.
Hace 300 años que me encojo
a tu entrada
retrocedo
me escondo en una de tus botas
exploro bajo tu alfombra
el sonido de tu tele a medianoche
tú dormido,
baba colgando,
afuera nieva.
La luz que se va,
saltan los plomos.
Trato de arropar tus desvaríos,
de colmar de barcos
cada una de tus tempestades,
de hacerte zumos de limón y azúcar
y curas de sueño
entre mis pechos.
Trato de partir pronto,
de no hacer ruido,
procurar oídos sordos
a cada uno de tus suspiros.
Y es desesperante.
Trato de lavar cien veces
tus trapos sucios,
de curiosear entre los callos de tus dedos,
tus antiguas bondades.
El cenicero lleno,
la leña mohína,
listos todos para el galopante retroceso.
Sálvese quien sepa cómo.
Y que levante la copa quien pueda.
(Estelle Talavera Baudet)
El viaje
Antes de hacer la maleta
debes comprender algo:
el viaje, a pesar de las postales,
de los monumentos y las tabernas,
de las librerías y las catedrales,
es en el fondo una ruta hacia
el interior de uno mismo,
hacia el conocimiento de quiénes somos
y qué anhelamos y dónde quedaron
las huellas de nuestros sueños.
El viaje también sirve
para saber si, de regreso,
al mirar a los ojos
de tu compañera,
quieres pasar el resto
de tu vida junto a ella.
(José Ángel Barrueco)
Amantes
Somos como son los que se aman.
Al desnudarnos descubrimos dos monstruosos
desconocidos que se estrechan a tientas,
cicatrices con que el rencoroso deseo
señala a los que sin descanso se aman:
el tedio, la sospecha que invencible nos ata
en su red, como en la falta dos dioses adúlteros.
Enamorados como dos locos,
dos astros sanguinarios, dos dinastías
que hambrientas se disputan un reino,
queremos ser justicia, nos acechamos feroces,
nos engañamos, nos inferimos las viles injurias
con que el cielo afrenta a los que se aman.
Sólo para que mil veces nos incendie
el abrazo que en el mundo son los que se aman
mil veces morimos cada día.
(Jorge Gaitán Durán)
La insoportable levedad del ser (I)
Pero, ¿era amor? La sensación de que quería morir junto a ella era evidentemente desproporcionada: ¡era la segunda vez que la veía en la vida! ¿No se trataba más bien de la histeria de un hombre que en lo más profundo de su alma ha tomado conciencia de su incapacidad de amar y que por eso mismo empieza a fingir amor ante sí mismo? Y su subconsciente era tan cobarde que había elegido para esa comedia precisamente a una pobre camarera de una ciudad perdida, que no tenía prácticamente la menor posibilidad de entrar a formar parte de su vida.
(M. Kundera)
(M. Kundera)
Mujeres
Empezó a cabalgar. Podía hacerlo, con sus 45 kilos. Yo apenas podía pensar. Hice pequeños movimientos, encontrándomela de vez en cuando. A ratos nos besábamos. Era bestial: estaba siendo violado por una niña. Se movía, me tenía clavado, atrapado. Era una locura. Sólo carne, sin amor. Mi niña, niña mía, ¿cómo puede tu cuerpecito hacer estas cosas? ¿Quién inventó a las mujeres? Con qué propósito?
[...]
Cuando acababa sentía como si fuera en la cara de todo lo decente, blanca esperma resbalando por las cabezas y las almas de mis padres muertos. Si hubiera nacido mujer seguro que hubiera sido una prostituta. Como había nacido hombre, anhelaba constantemente mujeres, cuanto más guarras mejor. Y sin embargo las mujeres, las buenas mujeres, me daban miedo porque a veces querían tu alma, y lo poco que quedaba de la mía, quería conservarlo para mí."
(Bukowski)
[...]
Cuando acababa sentía como si fuera en la cara de todo lo decente, blanca esperma resbalando por las cabezas y las almas de mis padres muertos. Si hubiera nacido mujer seguro que hubiera sido una prostituta. Como había nacido hombre, anhelaba constantemente mujeres, cuanto más guarras mejor. Y sin embargo las mujeres, las buenas mujeres, me daban miedo porque a veces querían tu alma, y lo poco que quedaba de la mía, quería conservarlo para mí."
(Bukowski)
jueves, 4 de marzo de 2010
Vida ulterior
Qué consuelo: al parecer
–se dice– las uñas de las manos y los pies,
y posiblemente el pelo también,
siguen creciendo después de la muerte.
Ponedme unas tijeras en la tumba.
Günter Grass
–se dice– las uñas de las manos y los pies,
y posiblemente el pelo también,
siguen creciendo después de la muerte.
Ponedme unas tijeras en la tumba.
Günter Grass
domingo, 28 de febrero de 2010
Solícito, el silencio
Solícito el silencio se desliza por la mesa nocturna, rebasa el irrisorio contenido del vaso. No beberé ya más hasta tan tarde: otra vez soy el tiempo que me queda. Detrás de la penumbra yace un cuerpo desnudo y hay un chorro de música hedionda dilatando las burbujas del vidrio. Tan distante como mi juventud, pernocta entre los muebles el amorfo, el tenaz y oxidado material del deseo. Qué aviso más penúltimo amagando en las puertas, los grifos, las cortinas. Qué terror de repente de los timbres. La botella vacía se parece a mi alma.
Caballero Bonald
Caballero Bonald
sábado, 27 de febrero de 2010
Espero curarme de ti en unos días
Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.
Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero»).
Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.
Jaime Sabines
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.
Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero»).
Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.
Jaime Sabines
Canción para velar a una chica borracha
En ese nuevo mundo estás tan sola
que no tienes a nadie más que a mí.
¿Llega mi voz a donde estás ahora,
la música de algo que estaba por venir?
Te queda bien dormir, lisa, sin ironía,
y tu papel social se deshace en el sueño.
Nunca será de día.
Cuántas cosas podría decirte y tú mañana
no recordarás nada, nada.
Incluso si te beso
el pelo impunemente.
Dormida ya no es un error quererte.
Eres hermosa: sucia y vulnerable.
No sabrás nunca cuánto te he querido
sin tocarte.
J.L.Piquero
que no tienes a nadie más que a mí.
¿Llega mi voz a donde estás ahora,
la música de algo que estaba por venir?
Te queda bien dormir, lisa, sin ironía,
y tu papel social se deshace en el sueño.
Nunca será de día.
Cuántas cosas podría decirte y tú mañana
no recordarás nada, nada.
Incluso si te beso
el pelo impunemente.
Dormida ya no es un error quererte.
Eres hermosa: sucia y vulnerable.
No sabrás nunca cuánto te he querido
sin tocarte.
J.L.Piquero
Rayuela (I)
Sacás una idea de ahí, un sentimiento de otro estante, los atás con ayuda de palabras, perras negras, y resulta que te quiero. Total parcial: Te quiero. Total global: Te amo. Así viven muchos amigos míos, sin hablar de un tío y dos primos, convencidos del amor que sienten por sus esposas. De la palabra a los actos, che; en general sin verba no hay res. Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque la aman, yo creo que es al vesre. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto.
J.Cortázar
J.Cortázar
Husos (I)
Dime qué tengo que hacer. Las palabras se agolpan. Dime algo, dices, dice él, dices. A mí, me parece que no dejo de hablar. Sin embargo, cuando lo intento, sólo oigo un gemido largo, el que arrastra el llanto. hacia dentro o hacia fuera, la palabra sigue el mismo camino.
Dime lo que tengo que hacer. Llévame a donde me digan lo que tengo que hacer. Sus ojos. Tus ojos - ¿tus? - ¿ojos? - Ojo-lago, cálidos, ojos-aquí. Aquí, como los niños y los idiotas (pobres de mente, que no de espíritu). Aquí. Por eso tus ojos, para quedarme aquí, para seguir aquí, para aguardar. ¿Qué? No importa. Para aguardar.
Un lugar que no es el dentro ni la superficie. Un lugar donde están los niños y los pobres de mente. Un aquí que se prolonga. Me agarro a tus ojos, sus ojos, para poder quedarme. Dime lo que tengo que hacer.
Escribo porque tal vez no hablo. No me sueltes.
Chantal Maillard
Dime lo que tengo que hacer. Llévame a donde me digan lo que tengo que hacer. Sus ojos. Tus ojos - ¿tus? - ¿ojos? - Ojo-lago, cálidos, ojos-aquí. Aquí, como los niños y los idiotas (pobres de mente, que no de espíritu). Aquí. Por eso tus ojos, para quedarme aquí, para seguir aquí, para aguardar. ¿Qué? No importa. Para aguardar.
Un lugar que no es el dentro ni la superficie. Un lugar donde están los niños y los pobres de mente. Un aquí que se prolonga. Me agarro a tus ojos, sus ojos, para poder quedarme. Dime lo que tengo que hacer.
Escribo porque tal vez no hablo. No me sueltes.
Chantal Maillard
La tregua (I)
No me besó. Yo tampoco tomé la iniciativa. Su rostro estaba tenso, endurecido. De pronto, sin previo aviso, pareció que se aflojaban todos sus resortes, como si hubiera renunciado a una máscara insoportable, y así como estaba, empezó a llorar. Y no era el famoso llanto de felicidad. Era ese llanto que sobreviene cuando uno se siente opacamente desgraciado. Cuando alguien se siente brillantemente desgraciado, entonces sí vale la pena llorar con acompañamiento de temblores, convulsiones, y, sobre todo, con público. Pero cuando, además de desgraciado, uno se siente opaco, cuando no queda sitio para la rebeldía, el sacrificio o la heroicidad, entonces hay que llorar sin ruido, porque nadie puede ayudar y porque uno tiene conciencia de que eso pasa y al final se retoma el equilibrio, la normalidad.
M.Benedetti
M.Benedetti
domingo, 21 de febrero de 2010
El retrato de Dorian Gray (III)
- Lo que me has contado es todo un romance, un romance del arte, por decirlo de algún modo, y lo peor de vivir un romance de cualquier tipo es que le hace a uno perder todo sentido del romanticismo.
- No me hables de ese modo, Harry. Mientras viva, la personalidad de Dorian Gray dominará en mí. Tú no podrías sentir lo que yo siento. Eres demasiado inconstante.
- Ah, mi querido Basil, precisamente por eso puedo sentirlo. Los que permanecen fieles sólo conocen el lado trivial del amor: son los infieles los que sufren sus tragedias.
[Oscar Wilde]
El retrato de Dorian Gray (II)
- ¡Qué inglés eres, Basil! Es la segunda vez que haces hoy esa observación. Si se presenta una idea a un inglés auténtico (lo que siempre es una imprudencia), nunca se le ocurre ni por lo más remoto pararse a pensar si la idea es verdadera o falsa. Lo único que considera importante es si el interesado cree lo que dice. Ahora bien, el valor de una idea no tiene nada que ver con la sinceridad de la persona que la expone. En realidad, es probable que cuanto más insincera sea la persona, más puramente intelectual sea la idea, ya que en ese caso no estará coloreada ni por sus necesidades, ni por sus deseos, ni por sus prejuicios. No pretendo, sin embargo, discutir contigo ni de política, ni de sociología, ni de metafísica. Las personas me gustan más que los principios, y las personas sin principios me gustan más que nada en el mundo.
[Oscar Wilde]
El retrato de Dorian Gray (I)
-Y, sin embargo - siguió lord Henry con su voz pausada y musical, y con esa graciosa inflexión de la mano que siempre le había caracterizado y que ya tenia en la época de Eton - yo creo que si, un hombre viviese su vida con plenitud, integralmente, si diese forma a todos sus sentimientos y expresión a todos sus pensamientos, si hiciese realidad sus sueños, creo que el mundo recibiría tal estímulo de renovada alegría que olvidaríamos todos los males del medievalismo para volver al ideal helénico, o a algo quizá más bello, más rico que el ideal helénico. Pero hasta el más valiente de entre nosotros se teme a sí mismo. La mutilación del salvaje tiene su trágica supervivencia en la autonegación que infecta nuestras vidas. Recibimos un castigo por nuestro rechazo. Cada impulso que luchamos por aniquilar, obsesiona nuestra menee envenenándola. El cuerpo peca una vez y así acaba con su pecado, ya que la acción es una forma de purificación. Nada queda después sino el recuerdo de lo placentero o la voluptuosidad del arrepentimiento. La única forma de librarse de una tentación es ceder ante ella. De resistirse, el alma enfermará anhelando aquellas cosas que se ha prohibido, deseando lo que sus monstruosas leyes han convertido en terrible e ilícito. Se ha dicho que los grandes acontecimientos del mundo tienen lugar en la mente. Y es también en la mente, sólo en la mente, donde se cometen los grandes pecados.
[Oscar Wilde]
sábado, 20 de febrero de 2010
Canto a mí mismo
Yo me celebro y yo me canto,
y todo cuanto es mío también es tuyo,
porque no hay un átomo de mi cuerpo que no te pertenezca.
Indolente y ocioso convido a mi alma,
me dejo estar y miro un tallo de hierba de verano.
Mi lengua, cada átomo de mi sangre, hechos con esta tierra, con este aire,
nacido aquí, de padres cuyos padres nacieron aquí, lo mismo que sus padres.
Yo ahora, a los treinta y siete años de mi edad y con salud perfecta, comienzo
y espero no cesar hasta mi muerte.
Me aparto de las escuelas y de las sectas, las dejo atrás;
me sirvieron, no las olvido;
soy puerto para el bien y para el mal, hablo sin cuidarme de riesgos,
naturaleza sin freno con elemental energía.
[Walt Whitman]
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