Hace 300 días
que recorro los lindes de tu bosque
y tu cara ya no es tuya
ojos que pueden ser de otro,
perfiles, narices de formas imprecisas, abarcables.
Atrapé la maceta antes de caer
sobre tus cielo.
Colonicé tus tejados
con lluvia.
Me arrepentí de mis nocturnidades
mientras apago mi borrachera.
Hace 300 años que me encojo
a tu entrada
retrocedo
me escondo en una de tus botas
exploro bajo tu alfombra
el sonido de tu tele a medianoche
tú dormido,
baba colgando,
afuera nieva.
La luz que se va,
saltan los plomos.
Trato de arropar tus desvaríos,
de colmar de barcos
cada una de tus tempestades,
de hacerte zumos de limón y azúcar
y curas de sueño
entre mis pechos.
Trato de partir pronto,
de no hacer ruido,
procurar oídos sordos
a cada uno de tus suspiros.
Y es desesperante.
Trato de lavar cien veces
tus trapos sucios,
de curiosear entre los callos de tus dedos,
tus antiguas bondades.
El cenicero lleno,
la leña mohína,
listos todos para el galopante retroceso.
Sálvese quien sepa cómo.
Y que levante la copa quien pueda.
(Estelle Talavera Baudet)
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